viernes, 29 de agosto de 2014

Cómicas

Beatriz Manjón
Abc
 
El traslado a planta de Lina Morgan ha coincidido con la emisión de un «Cómo nos reímos» de cómicas, en el que apenas aparecía un fragmento de «Vaya par de gemelas». Nada del tango con Raphael, el «Vamo a romper ese coooco» o aquel striptease con Kremel en «Hostal Royal Manzanares». «Qué frío está el suelo», decía al simular que se quitaba el sujetador. Lo suyo sería que le hubieran dedicado el programa íntegro, como a Eugenio, Tip y Coll, Los Morancos o Cruz y Raya. ¿Es menos amena la Morgan que Chiquito? ¡Jaaarl! También merecen capítulo propio Rosa María Sardá, Florinda Chico o Mary Santpere, pero debió de parecerles tan exiguo el archivo de mujeres con chispa que hasta incluyeron a Martes y Trece travestidos. Eso sí, gags de Patricia Conde en «Splunge» hubo para aburrir, no fuera alguien a protestar por contribuir al prejuicio de que las feas son las divertidas, como si la naturaleza repartiera dones por compensación. Este despachar a las cómicas juntas, y a los humoristas por separado, es la prueba de que aún hay quien considera que el salero es más bien virtud masculina, como si la fémina ocurrente viniera de la cosquilla de Adán, y que, para divertir, ha de hacerse la tonta la guapa y la bruta la fea. Para rebatirlo, no hace falta recurrir a la docena de talentos que ilustraron la respuesta de Alessandra Stanley al artículo «¿Por qué las mujeres no son graciosas?», de Hitchens. Basta con ver a Ana Morgade. Sostiene la payasa Gardi Hutter que la condición para lo cómico es la independencia y que la independencia económica femenina es aún demasiado joven. Prefiero pensar, como Fran Lebowitz –a quien ayuda en la gracia el pelo, como al reportero de «Sálvame»–, que el mundo ha cambiado para que cada cual tenga la culpa de su falta de sentido del humor. En «Se hace saber» estaba Berta Collado con seis chistosos. En el ingenio no se puede pedir paridad –si acaso paridas–, pero hay más mujeres graciosas de las que nos muestran. En televisión, no están todas las que lo son ni, desde luego –especialmente en los monólogos–, lo son todas las que están. Y no olvidemos las que hacen reír cuanto más serias se ponen. Como Mariló.