Polideportivo de Azpeitia
Piperos fuera
José Ramón Márquez
Lo que está claro es que en Bilbao se lo pasan de dulce. Los callos y morros, el pilpil, el bacalao a la vizcaína o la chuleta hacen su agosto con la crítica, tan acrítica, y los loores u olores a las Corridas Generales son el lugar común con el que todos se despiden de esta experiencia gastronómico-festiva tan importante en sus vidas, que a saber cuándo volverán a comer caliente muchos de ellos.
El caso es que la cosa les ha salido de dulce y en vez de ejercer de crítica han preferido todos ellos meterse a botafumeiro, que ellos sabrán por qué lo hacen.
La impresión de Bilbao es que, de la mano del Iggy Pop de la Junta Administrativa, va andando pasito a pasito hacia la conceptuación de feria torerista al uso... una más. La impresión es que se ha tomado claramente la opción de entregarse a las figurillas y a sus manejos ganaderos y que, en vez de proponer un elenco de corridas serias y de respeto, se ha optado por plegarse a las ganaderías fetiches de toda esa patulea y el que venga detrás que arree. Podemos decir que salvo la seria corrida de Alcurrucén y la impecable corrida de Victorino, el toro ha brillado por su ausencia, lo mismo que en todas partes. Y si el toro no comparece, no digamos nada del toreo. A cambio de tragarse los toreznos ad hoc la afición de la Muy Noble y Muy Leal villa han sido recompensados por una “faena histórica de Ponce malograda con el estoque”, una “deliciosa faena de Morante”, así como la explicación de la “rotundidad de la tauromaquia de Perera” en sus dos tardes. He ahí el signo de los tiempos, que a base de repetir las cosas acaban haciéndose verdad.
En la espléndida película “La invasión de los ultracuerpos” (The Invasion of the Body Snatchers, Philip Kauffman, 1978), unas semillas provenientes del espacio se afincan en la Tierra, parasitando determinadas plantas y haciendo réplicas de los terráqueos a los que poco a poco van sustituyendo. En el toreo estamos en ésas. Los bullfighting snatchers se van adueñando del toreo, de lo que fue el toreo al que nos aficionamos, y lo van sustituyendo por esta nueva versión de la tauromaquia que da lugar a “faenas históricas”, “faenas deliciosas” o “rotundidad de la tauromaquia”, sin que en todas ellas se haya dado realmente un solo pase digno de tal nombre frente a un toro digno de tal nombre. Pero ellos, las vainas -¿los vainas?- de la prensa, la radio y la televisión en su deprimente triunfalismo no cesan de cantar esas negaciones como el oro purísimo de los arroyos de Alaska, confundiendo al que no sabe y creando un estado de opinión totalmente contrario a lo que debería ser la verdad de la Fiesta.
Digamos cuanto antes que la gran tarde de Bilbao ha sido, una vez más, la de Victorino y El Cid (julianescamente privado de matar los seis victorinos en San Isidro). El toro de respeto y el torero de argumentos clásicos han redimido a la Plaza de tanta renuncia, de tanta propaganda. El Cid, el medio pecho, la pata hacia adelante, el remate atrás, puso sobre la cárdena arena de Bilbao los argumentos que sirven para que los pocos que vamos quedando nos reafirmemos en la verdad del toreo que nos gusta, por ello El Cid representa hoy por hoy el mayor antisistema que existe en el panorama taurino, porque ante la rotundidad del clasicismo de su propuesta todo el tinglado, tal y como lo tienen montado -por tierra, mar y aire-, se esfuma y todos los palos del sombrajo se van a hacer gárgaras. Eso explica el cicateo, lo del bache y lo de la suerte en los sorteos. Eso explica que haber hecho el año pasado, en el otoño de Madrid, la mejor faena que se pudo ver en España en el año 2013 le haya servido para torear menos.
EPÍLOGO MALAGUEÑO
De nuevo con Victorino, en La Malagueta, en una faena de duda,s pero a más, la última serie de naturales al toro Milhajas, número 92, espléndida, con el torero encajado en su sitio, con la mano baja y el remate atrás, terminada con esa filigrana de afarolado y pase del desprecio, todo ello en un palmo de terreno, es el toreo más puro que se haya podido ver en toda la Feria de Málaga, por mucha oreja y mucha introspección que nos echen los de la vaina, a los que se les olvidó explicar que los auténticos triunfadores de la introspectiva tarde de marras fueron mis amigos los reventas.