Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La marca complutense no será muy reconocida afuera, pero sus productos no tienen igual en el mundo.
En politología, Iglesias y Monedero. Circula por ahí un video de un mitin de la pareja en Almería (“¿Cuándo fue la última vez que votastes (sic) con ilusión?”) que quita el hipo. Bien Iglesias en su imitación de Matías Prats vendiendo seguros de coche, pero soberbio Monedero en su imitación (cruel) de José Mota.
En sociología, Gil Calvo, y su hipótesis de que los catalanes, “al sentirse acosados y perseguidos por el PP como si fueran judíos, prefieren fugarse de un país que les aborrece casi tanto como les envidia”.
Y en psicología, Javier Urra, descubridor del suicidio terapéutico como “salida ética” para violadores y pederastas, la que Hitler le abrió a Rommel, Nerón a Séneca o la Democracia a Sócrates.
–Todos los que hemos hecho una guerra deberíamos suicidarnos –se le escapó una vez a Gironella.
Pero ahora es el turno de los desahuciados de la Naturaleza y, ya que el “descubrimiento” lo hizo en San Sebastián, podía Urra (¡Urra!) haberse lucido haciendo extensiva su oferta a los Dexter etarras.
–¡Ojalá pudiéramos caer / como la flor de los cerezos en primavera / de manera tan pura y radiante! –fue el “haiku” de despedida de un kamikaze veinteañero (“flores de cerezo”) de la Escuadrilla Siete Vidas, estrellado en febrero del 45.
Pero no veo yo a los Dexter etarras componiendo haikus ni a los violadores de la doctrina Parot aplicándose la doctrina Urra (¡Urra!), que, además, como remedio terapéutico presenta dudas de eficacia.
El principio del remedio terapéutico efectivo lo formuló, en 1796, Samuel Hahnemann, padre de la homeopatía. Para Hahnemann, el médico (Urra, en este caso) está obligado a intoxicarse primero con todo lo que luego prescriba a los enfermos.
–Quien quiera ser médico necesita ser cobaya.
Y que no se diga que la Complutense sólo da “telepollas” (palabra con que Cela designaba a los famosos de la TV).