Pintada bajo el puente de la autovía en Pis, Asturias
Beatriz Manjón
Abc
El cubo de agua ha venido a saciar la sed de contenido de los programas estivales. El cubo es el nuevo palo. «¡Un cubo! Un cuboooo!» Llena minutos sin apenas coste, alimenta otros espacios, proporciona vídeos de primera y tiene su recompensa en audiencia. «Zapeando» ha batido récord (8,1%) ejecutando el cubazo en grupo. Ya dijo Valérie Tasso que las orgías son solidarias. También lo han hecho Barneda y Prat, Paz Padilla, Edurne, las de «Hable con ellas», los de «El Chiringuito»… Hasta Urdaci, quien podría haber complicado el ya sacrificado reto de echarse agua helada en verano, gritando CCOO bajo el chorro. Imagino al Areces de «Balada triste de trompeta» preguntando lo que a los etarras: «¿Y vosotros de qué circo sois?» El furor es entendible, no siempre se puede hacer el payaso con la excusa de una buena causa, ni presumir de contenido más blanco que la secta de «The Leftovers» o los botines de Clive Owen en «The Knick», aunque, en algún caso, parece la cosa una fiesta de camisetas mojadas encubierta. La Asociación Española de Esclerosis Lateral Amiotrófica ha agradecido los gestos pero ha denunciado que no reciben fondos. Vamos, que en realidad no se mojan. Menos agua e máis donar, diríamos a lo Emilio Aragón en aquel genial gag de «Ni en vivo ni en directo». Charlie Sheen, que prefiere los hielos en cubata, se ha echado encima una olla de billetes. Curioso que sea él quien haya tenido que dar ejemplo. La solidaridad es, luego de Dios y loft, uno de los nombres más tomados en vano. Las cadenas de este tipo suelen terminar donde empieza el verdadero sacrificio y son tan eficaces como esos anuncios que nos entran por los ojos o los oídos, pero nadie sabe qué publicitan. ¿Quién se acuerda del hashtag #bringbackourgirls? No hay mejor abono para el compromiso fugaz que las redes sociales. Recuerda esta clase de reto al que lanzó el Rastignac del papá Goriot balzaciano al mundo elegante en el que tanto había ansiado entrar: «¡Ahora nos veremos las caras!». «Y como primer acto del desafío que lanzaba a la sociedad, se fue a cenar a casa de la señora de Nucingen».