I
En los toros, los aficionados vivimos sobre todo de ilusión. Acaso un día la ilusión se te viene un poco abajo. Por ejemplo cuando te encuentras con la galería de fotos que publican los de Hasta el rabo todo es toro con el título de El saqueo de América. No se puede explicar mejor la cuestión con menos palabras. Al final, si nadie lo remedia, el tío ése de los Veganos antitaurinos se va a llevar el gato al agua, y cuando digo gato no me refiero a ningún felino, sino a esos pobres animaluchos que pasan por toros de lidia que salen en esas fotos de la galería de los horrores. Desde luego, hacen bien en proteger a esos pobres bóvidos, que los infelices dan bastante más pena que miedo.
II
Y ahora que aparecen en el circo los Veganos esos, que los he conocido por el reportaje de Mundotoro, yo estoy más con que esos son unos aprovechados, pero digo con mi amigo Vicente, que es de Toledo, que el que de verdad empezó con todo esto fue el Walt Disney, que ése fue el que enseñó en el cine lo majos y lo sensibles que son los bichos y empezó con que si el Bambi, que le mataron al padre, con que si el conejo Tambor, o con que si el toro Ferdinando. A causa de la pésima influencia de esos dibujos, ahora hay muchos que cuando ven que un tío se tira a matar, de tan humano que ven al bicho que hasta canta y hasta baila, pues les da mucha más pena que si se les muere la abuela, que total el bicho, como no ocupa una habitación en la casa, pues molesta menos que la abuela y se le quiere más. Y ese tufillo de Walt Disney ha ido impregnando la sociedad cada vez más urbana, que clamó porque unos de Zamora tiraban a una cabra desde un campanario, qué dolor, qué dolor, qué pena, y ¡cómo no!, eso ha llegado hasta los estamentos taurinos. Por ejemplo ahí tenemos a los ganaderos que ya venden su mercancía no como fieras que meten miedo, sino como culto y educado material artístico, mármol de Carrara o lienzo ansioso de recibir a Las Meninas, para que los artistas puedan realizar sus sueños.
Antes, a nadie entre el público se le habría ocurrido pensar en términos de material artístico teniendo delante de las narices los cadáveres de cinco caballos despanzurrados en la arena y los dos tiros de mulas sacando jamelgos del redondel con la honda alrededor del pescuezo, pero la humanización del bicho lo cambió todo y ahora el ratón Mickey, el peto, el indulto de la cabra anónima y voladora o el toro artista, son todos ellos manifestaciones de la misma cosa.
III
Los Veganos estos, los vegaguas del mal fario con su jefe al frente, que al final no me enteré de si es argentino o italiano o un simple ciudadano del mundo deseoso de llenar la andorga y la bolsa, van a acabar triunfando a medida que esto de los toros, que era una cosa de tíos, se va convirtiendo día a día en un espectáculo lento, tedioso y sin interés ni artístico ni del otro. No nos engañemos. Por cada torero que además de su técnica tenga su arte, habrá que ver una enorme colección de horteras haciendo monerías a un bichejo claudicante de lengua kilométrica que, como los antiguos pencos, sólo espera que alguien lo despene más pronto que tarde. Esa maldición de tardes y más tardes sin toros ni toreros es la que más hace en contra de la Fiesta. Menos mal que, de vez en cuando, surge lo auténtico. ¿Recuerdan al toro Camarito, de Palha? Aún no hace un año. Pues de momentos como ése es de los que se alimenta la ilusión.
En los toros, los aficionados vivimos sobre todo de ilusión. Acaso un día la ilusión se te viene un poco abajo. Por ejemplo cuando te encuentras con la galería de fotos que publican los de Hasta el rabo todo es toro con el título de El saqueo de América. No se puede explicar mejor la cuestión con menos palabras. Al final, si nadie lo remedia, el tío ése de los Veganos antitaurinos se va a llevar el gato al agua, y cuando digo gato no me refiero a ningún felino, sino a esos pobres animaluchos que pasan por toros de lidia que salen en esas fotos de la galería de los horrores. Desde luego, hacen bien en proteger a esos pobres bóvidos, que los infelices dan bastante más pena que miedo.
II
Y ahora que aparecen en el circo los Veganos esos, que los he conocido por el reportaje de Mundotoro, yo estoy más con que esos son unos aprovechados, pero digo con mi amigo Vicente, que es de Toledo, que el que de verdad empezó con todo esto fue el Walt Disney, que ése fue el que enseñó en el cine lo majos y lo sensibles que son los bichos y empezó con que si el Bambi, que le mataron al padre, con que si el conejo Tambor, o con que si el toro Ferdinando. A causa de la pésima influencia de esos dibujos, ahora hay muchos que cuando ven que un tío se tira a matar, de tan humano que ven al bicho que hasta canta y hasta baila, pues les da mucha más pena que si se les muere la abuela, que total el bicho, como no ocupa una habitación en la casa, pues molesta menos que la abuela y se le quiere más. Y ese tufillo de Walt Disney ha ido impregnando la sociedad cada vez más urbana, que clamó porque unos de Zamora tiraban a una cabra desde un campanario, qué dolor, qué dolor, qué pena, y ¡cómo no!, eso ha llegado hasta los estamentos taurinos. Por ejemplo ahí tenemos a los ganaderos que ya venden su mercancía no como fieras que meten miedo, sino como culto y educado material artístico, mármol de Carrara o lienzo ansioso de recibir a Las Meninas, para que los artistas puedan realizar sus sueños.
Antes, a nadie entre el público se le habría ocurrido pensar en términos de material artístico teniendo delante de las narices los cadáveres de cinco caballos despanzurrados en la arena y los dos tiros de mulas sacando jamelgos del redondel con la honda alrededor del pescuezo, pero la humanización del bicho lo cambió todo y ahora el ratón Mickey, el peto, el indulto de la cabra anónima y voladora o el toro artista, son todos ellos manifestaciones de la misma cosa.
III
Los Veganos estos, los vegaguas del mal fario con su jefe al frente, que al final no me enteré de si es argentino o italiano o un simple ciudadano del mundo deseoso de llenar la andorga y la bolsa, van a acabar triunfando a medida que esto de los toros, que era una cosa de tíos, se va convirtiendo día a día en un espectáculo lento, tedioso y sin interés ni artístico ni del otro. No nos engañemos. Por cada torero que además de su técnica tenga su arte, habrá que ver una enorme colección de horteras haciendo monerías a un bichejo claudicante de lengua kilométrica que, como los antiguos pencos, sólo espera que alguien lo despene más pronto que tarde. Esa maldición de tardes y más tardes sin toros ni toreros es la que más hace en contra de la Fiesta. Menos mal que, de vez en cuando, surge lo auténtico. ¿Recuerdan al toro Camarito, de Palha? Aún no hace un año. Pues de momentos como ése es de los que se alimenta la ilusión.