Ignacio Ruiz Quintano
Abc
No es justa la politología con Casado. Ese hombre sólo tiene una pala, y además jefes, seguramente los mismos que tenga Sánchez, que parecen decididos a que Casado sea el Capriles de la MUD del 78, que aún busca a su Tintori entre Teo, Cuca y Maroto. ¿Acaso no va a encarnar Jodie Turner-Smit a Ana Bolena en TV?
En vista de la debilidad de Casado, Cayetana ha desatado en el partido la “oleada jacobina”, expresión de Hamilton para oponerse, con éxito, al gamberrismo francés en América.
Según el historiador socialista Albert Mathiez, fundador de la Sociedad de Estudios Robespierre, “jacobinismo y bolchevismo son dos dictaduras de clase”, si bien los jacobinos, puestos entre la derechona recalcitrante de la Gironda y la izquierda desgreñada de los Cordeliers, se sentían representantes de lo que Casado llama “la Centralidad”, definida por Robespierre en su memorable discurso de febrero del 94:
–La virtud, sin la cual el terror es funesto, y el terror, sin el cual la virtud es impotente.
No soy tertuliano y no sé si en el partido de Casado hay que cortar cabezas por el butifarrón catalán, pero a lo mejor tirar de Robespierre, como hace Cayetana, es irse un poco de la mano. Cayetana es aristócrata, y choca imaginarla moviendo una guillotina como si se tratara de un bargueño, aunque también Mirabeau era aristócrata y salió revolucionario como un demonio, ídolo político de Ortega, por cierto, siendo el personaje más corrupto de la Revolución.
Aulard, primer catedrático de Historia de la Revolución Francesa en la Sorbona, nos dejó un retrato de Robespierre que no sé yo: tenía algo de español (¡monárquico hasta el 10 de agosto!), amaba a la patria (menos que a sí mismo) y “seguía los movimientos populares en lugar de dirigirlos”. En las constituyentes del 91 defendió como un león la separación de poderes (“los poderes deben estar bien diferenciados de las funciones”), lo cual, hoy, en España, sería más subversivo que el cesto de la guillotina. ¿Cómo llegamos hasta aquí?
[Jueves, 18 de Febrero]