lunes, 15 de febrero de 2021

Hay baraka


 @TirsodeFaulkner
La creación más barroca del semidiós Zidane


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Por lo visto en Huesca, hay baraka. La campana de Huesca es una leyenda, pero la baraka de Zidane es un hecho. Y las dos sirven para sofocar revueltas.


    La leyenda dice que Ramiro el Monje, con la cosa de construir una campana que se oyera en todo el Reino, hizo ir a los nobles a su terreno, y allí los diezmó. El hecho dice que Pacheta tuvo en Huesca al Madrid de Zidane a su merced, pero el larguero y las manazas de Courtois, más Varane, el villano de Manchester, evitaron otra catástrofe, lo que convierte al equipo de Zidane en el favorito para la Champions, y no hay que descartar la Liga.
    

Hay baraka… y hay banquillo: en Huesca, y con el 13, Lunin; con el 26, Altube; con el 12, Marcelo; con el 24 Mariano; con el 28 Marvin; y con el 32, Chust. Por bastante menos fusilamos a Solari, que en gloria futbolística esté. Sin embargo, en esto consiste la baraka, la que el sábado “mató” a José Rojo “Pacheta”, pelendón de Salas de los Infantes, según me cuenta un amigo suyo que se sabe hasta las discotecas que frecuentó, el “Abeto” de Salas y el “Pikas” de Quintanar, y que triunfó de entrenador como “el hombre del niqui azul” (otro triunfador de niqui azul, pues jamás le vi con otro, fue el cura Martín Descalzo, que enj mitad de los 80 triunfó en el Teatro Espronceda con “Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos”).
    

Victoria épica del Madrid de Zidane ante el Huesca de Pacheta, colista, que lo tuvo todo, menos la baraka. ¿Y qué es la baraka en fútbol? Pues lo mismo que la mano. Álvaro Cervera, entrenador de barbas capuchinas del Cádiz, explicaba con adquirida gracia gaditana y pegadiza hace unos días la controversia actual a propósito de una mano en el área. Si el jugador está en el suelo y el balón le da en la mano, no es penalti. Si el jugador está en el aire y la mano está en el suelo, tampoco.
    

Vamos, que si tiran a gol y tú te tiras al suelo y la sacas con la mano, pues no es mano, porque estás en el suelo.
    

Álvaro Cervera estaba haciendo suyo, sin saberlo, el ejemplo que otro apóstol del sentido común, el británico G. E. Moore, puso en una conferencia de 1939 para dar a entender la inexistencia de Dios (Álvaro Cervera se contentaba con dar a entender la inexistencia del VAR):
   

 –Puedo probar ahora que existen dos manos humanas. ¿Cómo? Levantando mis manos y diciendo, al hacer un cierto gesto con la mano derecha, “He aquí una mano”, y a continuación, al hacer cierto ademán con la mano izquierda, “Y he aquí la otra”. Y, si al hacer esto, he probado “ipso facto” la existencia de cosas exteriores, pueden ustedes ver que a continuación puedo hacerlo de muchas otras formas: no hay necesidad de multiplicar los ejemplos.
    

Ejemplos, por cierto, refutados por Don Quijote con la mano que alarga a la hija de una ventera: “Tomad, señora, esa mano”.
    

En fútbol la suerte puede ser o potra o baraka. La potra tiene mala prensa y sus beneficiarios pierden el favor del público. La baraka, en cambio, otorga un prestigio tan tremendo que es a lo que se agarra el pipero común para confiar en ganar la Liga, por mucha ventaja que lleve el Atlético de Simeone, donde ya empiezan a mirar de reojo al pangolín chino. Sí, son muchos puntos, dicen, pero si a la plantilla la ataca el pangolín… cualquiera sabe qué pueda pasar. Y ése es el fatalismo que infunde la baraka en ambientes tradicionalmente fatalistas (¡el Pupas!).
    

Ni Atlético ni leches: mientras viva Zidane, hay Liga. Ni Bayern ni leches: mientras viva Zidane, hay Champions. Son las dos consignas que nos trajimos de Huesca el sábado, ante las cuales los entrenadores adversarios se declaran impotentes. ¿Cómo concebir variantes tácticas contra un equipo que sienta en su banquillo a Lunin, Marcelo, Mariano, Marvin y Chust?
   

 La esencia del fútbol moderno, como la esencia de la guerra antigua según Clausewitz, es el duelo bajo la forma de dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física.
    

La guerra es un cálculo de probabilidades –resume Clausewitz–. Ahora sólo hace falta un elemento más para que se convierta en un juego, y ese elemento es el azar. Ninguna actividad humana tiene contacto más universal y constante con el azar que la guerra.
    

Y que el fútbol, claro. Por si sirve de consuelo a Pacheta. Y a Simeone. Y a Hans-Dieter Flick.


Qué tiempos, aquéllos


POLLOS CRISTIANO


    Pirlo cambió a Cristiano (“por descanso del personal”, como ponen en los bares de caña y pincho de tortilla) y Cristiano montó un pollo típico de los “Pollos Cristiano”, el futbolista que mejor interpreta la moraleja de Bernard de Mandeville “La Fábula de las Abejas: o, Vicios Privados, Beneficios Públicos”. Que se lo digan al Madrid, donde nadie ha vuelto a amoscarse públicamente por un cambio, no siendo algún puchero de Lucas Vázquez, desde que se fue Cristiano, de cuyos registros goleadores, por cierto, iban a ocuparse Benzemá y Hazard, el de los ciento sesenta millones (cien por “duque” y sesenta por “pato”).

[Lunes, 8 de Febrero]