lunes, 1 de febrero de 2021

El urinario de Duchamp


Duchamp

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Voló la Supercopa, voló la Copa y voló Lucas Vázquez en Mendizorroza ante la mirada del Pitu Abelardo, atónito no sabemos si por lo que veía, subidas y bajadas de Lucas Vázquez (un menudo de Cafú subiendo y Thuram bajando) o por lo que oía: Valdano, César Vallejo del toque y la pausa, cantando a la hiperactividad de Lucas Vázquez.
    

Podría hoy dilatarse en este frío, / podría toser; le vi bostezar, duplicándose en mi oído / su aciago movimiento muscular.
    

El palo mayor del barco a la deriva de Zidane es Lucas Vázquez, veinte partidos consecutivos de titular al aire de su vuelo. Esposa: ¡Apártalos, amado, / que voy de vuelo! Esposo: Vuélvete, paloma, / que el ciervo vulnerado / por el otero asoma, / al aire de tu vuelo, y fresco toma.
    

Si no fuera por estos ratos líricos, ¿quién se sentaría a ver cómo un equipo de estrellas de Bettoni pasa por encima a otro equipo de menestrales del Pitu Abelardo, cuya calva ha dejado de brillar?
    

El asturiano de veras revolucionario no es Abelardo, un hombre de la lucha de clases, sino Marcelino García Toral, que ganó la Supercopa pasando por encima al Madrid de Zidane y al Barcelona de Koeman con un Athletic que parecía (¡fútbol-pasión!) un equipo de Klopp, con el mérito que eso tiene en España… y con Raúl García. ¿Por qué el señor Lim prescindió de este entrenador en el Valencia, que no dice una palabra más alta que otra, que tiene cara de conservar su primer sueldo y a quien puedes encontrar comiendo un arroz con bugre en “La Reguerina”?
   

 El roto que García Toral hizo en el Madrid de Zidane con la Supercopa lo agrandó el Alcoyano con la Copa, y las brujas de Macbeth volvieron a cantar bajo la niebla, entre la cual apareció el fantasma de Raúl, que hizo que el equipo reaccionara goleando en Vitoria, meca de los naipes de don Heraclio Fournier, que era de Burgos (de dónde, si no, con semejante nombre).
    

El equipo que después de perder en casa visita a otro que viene de ganar fuera, si no se alza con el triunfo sumará al menos uno de los puntos en litigio –dice la Ley Delibes, obra de Miguel Delibes, tan futbolero como cazador.
    

(Un amigo que lo conoció cuenta que Delibes, que vivía largas temporadas en Sedano, se daba los domingos un paseo hasta Moradillo, “a oír misa y a admirar una de las portadas románicas más espectaculares que se conozcan”. La docena de habitantes de la aldea le tenían oído que la entrada en la iglesia de San Esteban era “de más valor que la de Compostela: ¡Que no vengan los turistas a estropearla!”)
    

Al hilo de la Ley Delibes podemos formular una Ley Zidane que quedaría más o menos así: “El Madrid que después de perder una competición (¡o dos!) que tiene a tiro vuelve a otra competición que tiene cuesta arriba, si no golea, poco le faltará”.
    

Zidane cuenta con un grupo de jugadores que, más que un equipo, parece una mutua, y cada vez que caen en la molicie basta con aventar un nombre mítico, Mourinho un día, Raúl otro día, para que todos los interesados se pongan a correr como si estuvieran entrenados por Marcelino García Toral. Somos un pueblo de arreón, y Zidane nos ha pillado muy bien el carácter, aunque se nos acaban los espantajos para asustar a los futbolistas, y nadie sabe si llegarán a tiempo de echarle el guante a la Liga, donde todas las empatías son para el Atlético, que va de pobre, y ya se sabe cómo en España nos pueden los pobres, que no hay más que ver el Gobierno de la Nación o la Federación de Fútbol, donde no gustarán mucho los coqueteos del Madrid con la Superliga.
    

A Zidane no sólo se le mira el juego (Antic cayó por el juego, yendo primero), sino el plan quinquenal: el equipo envejece y los jóvenes acumulan trienios de cesión en cesión. En su auxilio podría venir la Ley Biden, tan revolucionaria para la política de cesiones  como lo fue la Ley Bosman para la política de fichajes Se trata de una orden ejecutiva del popularmente conocido Sleepy Joe “para prevenir y combatir la discriminación por motivos de identidad de género”, dentro de un plan de “techos de cristal rotos”. La orden declara: “Los niños deben poder aprender sin preocuparse de si se les negará el acceso al baño, al vestuario. . . Todas las personas deben recibir el mismo trato ante la ley, sin importar su identidad de género”. Ello significa, en resumidas cuentas, que cualquier hombre que diga que se siente mujer podrá jugar en un equipo femenino de cualquier deporte y compartir vestuario y baños con las mujeres. Se acabó el “un plátano y a la ducha” de Javier Clemente. El urinario de Duchamp ha muerto.

 ¡Viva “La Fuente” de Duchamp!

 


La Fuente de Duchamp

 

EL BLUES DEL AUTOBÚS


“Cada día despierto en distinta habitación”, cantaba Miguel Ríos, el ruiseñor de Granada, y podría cantarlo hoy Odegaard. “No hay trampa ni cartón, soy como veis que soy”, seguía cantando, como la chica de las aguas frescas de Adolfo Domínguez. “Vivo dentro de un autobús / aparcado en un blues”. Este ripio nos lo ha recordado Paul Ince, ex medio centro del United, que ha puesto su dedo en la llaga: “Cuando Mourinho metía el autobús atrás, lo asesinaban”. Fue su comentario al empate a cero entre el United de Solskjaer y el Liverpool de Klopp.
 

[Lunes, 25 de Enero]