sábado, 3 de marzo de 2018

Humoradas

José Santugini, gionista de La torre de los 7 jorobados


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El mismo Supremo que sentencia que el cliente (no el Banco) debe pagar los impuestos de la hipoteca, absuelve a la tuitera Cassandra por sus cogitaciones (“Eta impulsó una política contra los coches oficiales combinada con un programa espacial”…) sobre Carrero Blanco.

Juego en clave de humor –viene a decir el juez.

De “humor negro”, concepto desarrollado por el juez Pedraz en su auto de sobreseimiento de Zapata, el gagman de la Shoá, ¿y quién sabrá más de humor negro que un juez?

Cumplida una edad, la experiencia enseña que libertad de pensamiento y libertad de expresión son excluyentes. No sé de nadie, salvo Trump, que haya triunfado expresando lo que piensa. La derecha no piensa, y lo que piensa la izquierda sobre la vida en general ya lo sabemos, pero ¿puede expresarlo?

Implantación de la Censura Previa o derogación del Código Penal, es la solución (disyunción) que veo como periodista. La implantación de la Censura Previa acabaría con el momio de la justicia, que es una pérdida de tiempo, que es decir de dinero, para el particular. Pero la derogación del Código Penal, llevada a cabo de manera festiva, como Groucho Marx arrancando hojas del contrato, o de manera profesional, como John Huston arrancando hojas del guion para ponerse al día en el rodaje, democratizaría de una vez la libertad de expresión en España, hoy reducida al humorismo progre, dentro del cual cualquier necio se cree Louis C.K. y no pasa de Marianico el Corto.
Antes de ser arrasado por el tsunami Me Too, Louis C.K. representaba la sagacidad y el humorismo americano mezclados, diría Santayana, con una curiosa crueldad:
A la mente aguda las cosas le parecen retorcidas, perversas, hace juegos de palabras sobre ellas y no entiende por qué no había de esperarse o disponer que fueran distintas de lo que son, pero sin esperanza de remediarlas y con una sonrisa burlona.
Nuestros juristas ven en Zapata la chispa de Santugini, y en Cassandra, el gracejo de Laly Soldevilla.