Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En represalia por la defensa de Felipe VI del orden constitucional español, el Ayuntamiento de Cervera, en la provincia de Lérida, coloca boca abajo el cuadro de Felipe V.
–Tant que ça ira, ça ira, ça ira / les aristos / a la lanterne… Tant que ça ira, ça ira, ça ira / les aristos / on les pendra…
Cervera es la cuna del filósofo de la vida Pepe Ramoneda, que localizó el nido del fascismo ibérico en el plató de TV donde vivía Belén Esteban, aunque Cervera ya era famosa por su Universidad, levantada por Felipe V como premio a su fidelidad a la causa borbónica en la guerra de Sucesión.
En aquel jardín cervariense, precisamente, soltó el jesuita barcelonés Ramón Lázaro de Dou y de Bassols la serpiente retórica de su reproche al “ardiente deseo de discurrir con novedad, que es la manía de nuestros tiempos” (cosa que hoy valdría para el manifiesto “punk” de la huelga feminista), pero los hackers rusos (antes, duendes de la imprenta) tradujeron la expresión por “lejos de nosotros la funesta manía de pensar” a fin de hacer del jesuita Dou, diputado en Cádiz, un tiralevitas de Fernando VII, “el menos bueno de los reyes borbónicos”, al decir del poeta verdadero Ansón, excitando el celo del gallo arevalense Romero, a quien Fernando VII pareció siempre el más astuto y hasta el más genial:
–Engañó a Napoleón, se hizo llamar “el Deseado”, aparcó a los liberales y murió en la cama cuando le llegó su hora, dejando a su hija Isabel el sillón que pretendía su hermano Carlos.
La funesta “traducción” la hizo suya el rector magnífico de la Carlos III, el funesto Peces, para, sin caer en la cuenta de que Dou era barcelonés y Cervera catalana, justificar el separatismo de una cultura tan fina, la catalana, que se sentía rechazada por una idea española tan indigna (“lejos de nosotros la funesta manía de pensar”).
–Otro Papa concedió perdones a quien se cortase las uñas en lunes –leemos en un “Floreto” sevillano del XVI–. La causa desto no la he sabido.
Laus Deo.