sábado, 31 de marzo de 2018

Sábado Santo

Las Huelgas Reales

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    De todas maneras, dice Steiner, el nuestro (el de los judíos) es el largo día del sábado, con su “neutralidad metafísica” entre el sufrimiento, la soledad y el despilfarro impronunciable, por un lado, del Viernes Santo, y el sueño de liberación, de renacimiento, por el otro, del Domingo de Resurrección.

    La neutralidad de la Pasión es Pilato (“quid est veritas?”) frente a las querellas religiosas de los judíos; la neutralidad, políticamente positiva para Schmitt, del que se mantiene al margen:
 
Es la objetividad del protector del Estado que se encuentra bajo su protectorado, y frente a sus antagonismos políticos internos.
 
Él no quería, pero se sometió a la voluntad del pueblo. Ah, ¡vaya circunstancia atenuante! Y entonces, entrará en el reino de Dios, ¿sí o no?

    Pero ¿qué sabemos con certeza de Pilato?, pregunta el padre Andréi. Pues aún hoy no se sabe qué sentía él por Cristo. ¿La crucifixión? ¡Son cosas que pasan! El poder terrenal es complejo. El espiritual es más sencillo. No les gusta Cristo y lo arrestan, lo juzgan, lo condenan y lo ejecutan. Aunque condenar tampoco fue fácil. Faltó poco para que todo se fuera al garete.

    Tenemos, prosigue el padre Andréi, una legión de Pilatos, el típico funcionario medio: severo, pero no cruel; en los casos anodinos, es justo y muestra incluso principios; en los casos grandes, duda y tergiversa. Y acabó mal. ¿Obligado a suicidarse bajo Calígula? ¿Ejecutado por orden de Nerón? ¿Exiliado en Suiza y ahogado en el lago de Lucerna? (“En los Alpes hay una montaña que se llama Pilato. El Viernes Santo apareció allí una sombra enorme y todo el mundo se lavó las manos”).
 
Raulin, predicando una vez en Francia la Pasión, dixo: “Vosotros sois los que le crucificastes, aunque os llamáis chistianissimos, porque Pilato era francés y también lo serian los más de los suyos”. Al tiempo de la muerte de Raulin se juntaron más de veinte señores y abbades, y él, predicando en la iglesia “De Paraíso”, dio el ánima a Dios –se lee en el Floreto de un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI.