miércoles, 7 de marzo de 2018

La mirada del gran macho



Hughes
Abc

El gesto de inhibición de Berlusconi ha dicho mucho. Por primera vez he sentido que las Femen lograban algo real. Que su desnudez tenía un sentido. A la hora de votar, en ese acto a la vez íntimo y público de ir a meter el voto, Berlusconi fue interrumpido. Las Femen, por cierto, tontas no son, y posan como es norma en los posados-robados de las revistas, con los brazos en alto para que todo suba.

Pero el gesto de Berlusconi fue de retraerse. Declinó con la mano, bajó la mirada. El gesto era de aparta de mí ese cáliz, pero lo importante estaba en los ojos. Berlusconi evitó todo contacto con la belleza de la Femen. Inhibió su masculinidad de raíz, de cuajo, evitó que surgiera ni siquiera en sus formas incipientes, visuales, instintivas. Berlusconi, el gran alfa, reprimió la mirada bunga bunga. El acogotamiento del viejo macho que empezó con Weinstein tras el triunfo imparable del genio Trump, da un paso más (hacia atrás) con esta nueva mirada de Berlusconi. ¿Qué hubiese pasado si la mirada sabia y lúbrica de Berlusconi hubiese buscado a la Femen? Esa mirada es experta en desnudar, ¡pero ella ya estaba desnuda de cintura para arriba! Hubiera sido un triunfo para la protesta. Habría desvelado la viscosa cualidad de esa mirada. Así que evitó mirar. Su respeto a la desnudez de la chica hacía surgir una nueva pudibundez erotico-política. La femen-virginizada recibía el mayor respeto y ni siquiera podía ser mirada. ¡Surgía una virginización, una importancia nueva de la muchacha! Al no poder mirarla, Berlusconi (el gran Macho) la resacralizaba, la hacia objeto de un nuevo respeto trascendental, como si fuera cubierta por velo musulmán (¡autovelada!).

Creo que en ese pudor de Berlusconi había algo reconocible por el resto de hombres. Un temor a equivocarse mezclado con la antigua e inevitable fascinación. De esas dos cosas surge una nueva fragilidad femenina, paradójicamente fortalecida. Berlusconi dio marcha atrás con la mirada en el suelo, temiendo quedarse como la esposa de Lot. Pero qué extraordinario era verle salir de la situación de espaldas y sin saber cómo reaccionar, con la cabeza gacha como ante un eclipse: un eclipse, efectivamente, de su vieja mirada depredadora y la nueva corrección. El gesto de “no miraré” de Berlusconi creo que es la reacción más puramente masculina de todos estos meses y de alguna manera evidencia un nuevo desconcierto.

La chica, ciertamente mona, ya no podía ser mirada berlusconianamente. La desnudez de las Femen volvió a tener un verdadero sentido. La vibración política de sus dos tetas era activada ¡porque delante estaba el gran macho!