jueves, 15 de marzo de 2018

Mourinho entre nosotros



Hughes
Abc

Los antimourinhistas eran de dos tipos.

En el primer grupo estaban los que, con intensidad variable, formaban parte del tinglado que él vino a “desarticular”. Los periodistas raulistas y casillistas, los “íntimos” del vestuario, o todo el sistema de legitimidad culé, que no era tanto el de los propios culés o los admiradores de Guardiola, como los dogmáticos y apostolillos del “jogo bonito”. Los periodistas del debe-ser, los analistas del meñique erecto, gran parte de ellos en Madrid.

Ésta era una facción triunfante y hegemónica desde tiempos de Clemente/García. Era un grupo deportivo-mediático que con el paso de los años y un poder casi despótico acabó dictando qué era fútbol y qué no. Un grupo capaz de “poner entrenadores en la frontera” que en su imperio de tertulias se había adueñado de la definición de buen juego.

Bien, ése era un grupo que al fin y al cabo defendía su cocido.

El otro tipo de antimourinhista era mi favorito. Se daba mucho entre madridistas o indiferentes. Odiaban intensamente a Mourinho como ser humano, como persona. En realidad detestaban su soledad, individualismo y “chulería”, que era justo lo que ellos no tenían. Gran parte del antimourinhismo eran personalidades gregarias, pequeños impostores a los que Mourinho crispaba de un modo visceral.

El gran reproche aquí era que Mourinho faltaba a los “valores” madridistas. Al señorío y a las normas básicas de conducta. Mourinho, con su chándal, su contragolpe y sus cortes en sala de prensa, desvelaba la charca de farsantes moralizantes en la que croamos.

El primer grupo era el de los dogmáticos-pícaros, y este grupo era el de los curillas.

Ahora, con su derrota, han aflorado vengativos. Es curioso lo resultadistas que son los no resultadistas…

Y hasta para oponerse a un Mou en sus horas más bajas mienten. “Mourinho está a 16 puntos del líder”, dicen. Mourinho está segundo, por delante de Liverpool, Tottenham, Arsenal o Chelsea.

El año pasado ganó la Europa League en un club que no gana una Premier desde Ferguson, año 2013. Si se esfuerzan en la comparación con Guardiola, que añadan que Pep recogió un City recién semifinalista de Champions al que el Madrid pudo ganar con mucha dificultad. El Manchester que dejó Van Gaal era un parecido desastre. Matic, por ejemplo, era un “descarte” del Chelsea, que se compró los mediocentros del Leicester campeón.

Pero es innegable que Mourinho se ha equivocado y que su carrera no repunta desde su regreso al Chelsea. Su Manchester no juega a nada, es de un primitivismo absoluto. Es un equipo que casi retrocede tres décadas en el tiempo, sin el optimismo del viejo fútbol inglés.

Pero ese Fellaini en el mediocampo se parecía mucho a Pepe (ganar por el físico y la fuerza cuando no se puede por técnica), y los que lo aplaudían entonces no saben verlo ahora.

Porque con la derrota en Champions, además de los antimourinhistas conocidos, ha aparecido un grupo nuevo: el de los que fueron mourinhistas y luego se dieron de baja. Eran el “mauriñismo”, los adheridos. Eran legión. Tuvo notorios defensores que se olvidaron en cuanto la cosa dejó de rentar.

Mourinho perderá y se retirará, su carrera se irá apagando como es normal que sea, pero al señalar (metafóricamente, no hablo de su dedo) a estos grupos humanos sigue triunfando.

Porque contra la opinión general, el mouriñismo nunca fue de ganar. El resultado nunca fue lo más importante.