martes, 13 de marzo de 2018

Infanticidios



Hughes
Abc

Nuestra mirada al infanticidio está llena de terror e incomprensión. Sin embargo, pudo haber tenido una importancia evolutiva. Así lo explica Sarah Hrdy, que es una antropóloga que ha estudiado la importancia del infanticidio como estrategia evolutiva en algunas especies. En ciertos monos (los langures) observó cómo machos ajenos al grupo invadían el harén de uno de ellos y mataban a sus criaturas. Matar a los descendientes de otros machos liberaba hembras para la reproducción. Su explicación ya no era un problema de exceso de población (como un ajuste malthusiano entre monos) o una patología. Era sin más una estrategia para reproducirse. La gestión de los ciclos reproductivos y las tensiones sociales en busca de pareja, o la competencia de recursos “mamarios” entre hermanos explicaba el infanticidio como pauta.

Mientras que en los primates las crías tienden a ser eliminadas por machos no relacionados (inmigrantes, ajenos al grupo) o por hembras que pertenecen a una línea distinta de la madre, en el caso de los humanos es muy distinto: el infanticidio es sobre todo parental, y en las comunidades tribales correspondía sobre todo a la madre.

El infanticidio ha estado permitido con matices en comunidades humanas hasta hace no mucho tiempo. Se estudió en la tribu de los Ayoreos, entre Bolivia y Paraguay, durante el siglo pasado. El infanticidio lo solían perpetrar las mujeres y los motivos eran la naturaleza defectuosa del bebé, o la propia estrategia o cálculo vital, si pensaba que los padres no se iban a ocupar de la criatura o si se habían marchado. Los gemelos se consideraban algo “animal”, y se sacrificaban. Había infanticidio por el hombre o por la mujer, y es una opinión muy personal (puede que bárbara incluso) pero muchos de estos infanticidios parecen tener algo similar al actual aborto. Por ejemplo, si la mujer no se sentía preparada por su juventud, o si entendía que las posibilidades de que el niño prosperara eran escasas. Había un sentido adaptativo de la madre o del padre, la necesidad de garantizar la subsistencia de un hijo mayor, o razones de deformidades en el recién nacido.

En muchas comunidades tribales el infanticidio jugaba un papel mágico (astrológico), y a veces comunitario, por razones de superpoblación o ilegitimidad. En esas ocasiones no era una decisión individual sino del grupo. Lo que está claro es que, fundamentalmente, el infanticio era parental. De los propios padres.

El infanticio en sociedades contemporáneas se intentó estudiar en Canada en los 60 y 70. Aquí la cosa cambia. Los resultados, que no resultaron ser muy políticamente correctos, hablaban de un mayor riesgo para el niño en hogares con padrastro o madrastra. La familia biológica funcionaba como un circulo de protección y seguridad y el “padre sustituto” prevalecía como autor de la mayoría los infanticidios registrados. El riesgo de homicidio de los niños en edad preescolar era aun mayor. El resentimiento por la carga que podía suponer era máximo en ese momento. Según esto, la menor edad del niño aumentaría su riesgo de morir al ser máxima en ese momento la frustración sobre las expectativas del padre/madre sustituto. Hubo algún estudio posterior en Suecia y, por el contrario, no dio diferencias significativas entre el riesgo de infanticidio en padres biológicos y no biológicos. Una actitud social distinta ante el aborto pudiera ser explicación.

En cualquier caso, ese infanticidio de “madrastra” o padrastro (destruir la descendencia del otro para asegurar la propia), recuerda remotamente en algo el de los primates que estudió Hrdy, aunque sin tener nada que ver, pues ya no hay “beneficio” posible de la acción. Pero es tan primitiva y aborrecible que por ahí parece que habla una parte olvidada de la especie. Lo propiamente “humano” era el infanticidio a manos de los padres. En esto hay algo simiesco, perdido, muy anterior.