martes, 31 de marzo de 2015

Vuelos



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Sigue dando vueltas en los medios el avión de Lubitz, y hasta en la Farsalia de Fandiño en Las Ventas se decretó el consabido minuto de silencio socialdemócrata, o padrenuestro de la nada.

¿Cómo puede nadie dar el beso de buenas noches a sus niños al volver de los toros? –fue la interrogación de Julia Otero (no confundir con Carolina Otero), reina fallera del “mainstream”, mezcla del lirismo sincero de Manolo Cabeza Bolo y del Nietzsche homeópata que pone en boca de Zaratustra el tremendo “Os inoculo la locura”.

Lo que a todos nos parece ese Lubitz no quiere decirlo nadie, y oficialmente no se sabe si era un loco que se volvió cabrón o un cabrón que se volvió loco, y ante la duda los consumidores de medios reaccionan como las gallinas ante el zorro, amontonándose en un rincón, mientras los gobiernos, para sacudirse el miedo, piden homenajes a las víctimas, como María Soraya, y más gente en las cabinas de los aviones, como Fernando Ónega, que nos parece bien, siempre que fueran tertulianos, como propone Pulga de Triana, por la sabiduría que atesoran y la compañía que hacen.

Hasta Rivera, socialdemócrata “low cost” (“low cost” es decir “agnóstico” en vez de “ateo”), se ha echado una novia azafata.

Hemos cambiado el alma por la psique, los curas por los psicólogos y la cultura cristiana por el relativismo socialdemócrata (¡también en el Vaticano!), que es la religión en marcha: con ella los ricos siguen sintiéndose culpables, pero lo arreglan adulando a los pobres, y ahí tenemos (en chusco) lo de Bono con Podemos.

La socialdemocracia europea es el folclor que queda de la cultura cristiana una vez despojada del espíritu que Paul Valéry vio salir volando. Un Estado fiscal y burocrático camuflado en la retórica de la doctrina social de la Iglesia, que es una “equis” en la casilla de las rentas.

Un mundo idiota y descreído que cree resolver la locura de la muerte con un minuto de silencio en el fútbol (¡y en los toros!).