Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Tres lustros después, Botella, la alcaldesa que nadie votó, deseca la charca de mi calle para instalar una estación de bicicletas para “hipsters” como Dubái levantó su rascacielos (en Madrid el dinero del rascacielos dubaití se lo gastó Gallardón en la alhóndiga de Cibeles).
Ahora, al salir de casa, me doy con las bicis de Botella como si fueran los toros (y digo toros) que Fandiño, el Victor Mature de Orduña, lidiará el domingo en Las Ventas.
Para luchar contra el enjambre de “hípsteros” que se me viene encima, he de leer el plan ciclista de Puri Causapié, con pinta de ser la que manda en la candidatura municipal del pobre Carmona.
¡Causapie! Digo Causapié y digo Edipo, que es aquél que conoce la respuesta del enigma de los pies.
¿Cuál es la criatura que tiene cuatro pies al alba, dos al mediodía y tres en el crepúsculo?, pregunta la Esfinge.
–El hombre, único animal que anda en bici, junto con los monitos de Pitito y los caniches de Herta Frankel.
Mi amigo Pepe Campos, que no sale en tertulias porque anda enseñando cultura española en la universidad de Taiwán, anticipó la transformación de Madrid, vieja ciudad para paseantes, en una rueda para hamsters copiada por Gallardón y Botella de Kaohsiung y Saigón, una devastación del ciudadano-paseante porque se le considera no partícipe del cambio social que se fragua.
–La alteridad vista por Gallardón y Botella, que en versión Aguirre puede llegar a ser sin manos y sin pies.
Campos glosa el chancleteo espiritual en boga: la vuelta a la tribu con el pinrel al aire. En el pedal, uñas afirmadas mientras se riega el paramento de la ciudad. No al recreo. Sí a una economía de movimiento que pide paso tocando el timbre en las aceras al hombre que pasea (¡que molesta!), y que se aparte. En la escapada buena, los de la generación mejor preparada de la historia.
Y la politóloga Sabalete explicándonos, cual azafata de vuelo con el chaleco salvavidas, el funcionamiento de la socialdemocracia.