Doña Marina
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ana Botella busca los huesos de Cervantes para coronar su Botellato, que sería, según las encuestas, la puesta de sol en Madrid del poder pepero. ¡Los Colgaos de Cáritas! Lo de “Colgaos” lo dice María Soraya (“somos los colgaos del andamio”) vestida de rojo como una Kelly LeBrock de bolsillo, y lo de “Cáritas” lo dice la Agencia Tributaria, que tiene cinismo (¡el barril de Diógenes!) incluso para eso.
Pero los sabuesos de Botella en las Trinitarias no son los sabuesos de Arsuaga en Atapuerca, y el palabrerío no se transformará en negocio.
–A ver, niño, ¿qué prefieres? ¿Leer el Quijote o visitar a Cervantes?
En eso quedará todo.
Como el Barrio de las Letras es un cazadero municipal (multas con cámara) algo estrecho, que lleven la urna con el polvillo de Cervantes (“serán ceniza, mas tendrá sentido”) a la nueva calle de la Armada Española, antes Jorge Juan (su primer tramo), que es la verja del Museo Arqueológico entre Colón y Serrano, conocida como gran cazadero municipal (multas a mano).
Cervantes mancó en Lepanto y estéticamente la plaza de Colón parece un naufragio de Turner o Géricault (¡ah, esa sed de mar que hay en Madrid!): aquí la pata de palo de Blas de Lezo, allí un puente de galeón (“el enchufe” verde de Lamela en las Torres de Colón), la antigua peana vacía del almirante (iba a ser para Gallardón y, a este paso, será para Buitáker y Blasillo), Robinson paseando el perro, un Viernes fumando un peta, cascajo de playa donde Arias Navarro tenía hierba y hasta el ancla de Jorge Juan, el hombre que demostró la chatetad de la Tierra, cuyos polos vienen a ser como la napia de Jack Palance.
Botella, que con el pretexto del tabaco (¡la salud, que como todo el mundo sabe es pagar impuestos!) parceló el espacio peatonal de la capital, con el pretexto de Cervantes podría parcelar las filtraciones del estanque de Vaquero Turcios en la calle de la Armada Española.
Y la actual plaza de la Marina Española pasaría a llamarse de Doña Marina.