Hughes
Abc
Hace unos días me invitaron a charlar sobre columnismo. La Fundación Garabito, a través del heredero y columnista, el muy precoz Guillermo, y de la Universidad de Valladolid. Me disculpé al inicio por el atrevimiento, pues no tengo larga trayectoria como columnista. De hecho, en la actualidad no sé si puede llamarse columna a lo que perpetro. Después, asombrado del público universitario concitado y de que no estuvieran allí por obligación, como yo suponía, les pedí que valoraran si aún les era posible abandonar la carrera de periodismo por otra. Porque si les interesaba el columnismo, romantizado por la estampa de Umbral y los umbralianos que se hacen carradines con la bufanda, vicio en el que es difícil no caer (vicio inherente, que diría el grande), en el futuro lo iban a tener muy complicado. Las probabilidades que tenían los presentes de escribir en papel eran más bien remotas, y en internet… ¿acaso es posible la columna?
La columna nace de un límite, como el soneto. En internet todo es ilimitado. La gran dificultad que encuentro como lector, o al menos, la primera dificultad, es la de su infinitud. Enormes sábanas inacabables en las que, sin medida, se expande libre el yo del autor. Internet me resulta ilegible, pero aún es peor cuando se escribe. La falta de medida desparrama todo. Se siente una vergüenza terrible. Quizás debería exigir una nueva tensión interna: la idea o el lirismo. O la fidelidad a un objeto al que se ata la escritura. A uno y nada más. Pero empezar a escribir sin saber los caracteres es perder la forma (para mí, a partir de los 3.000 caracteres empieza la novela).
Por ello, técnicamente, no creo que sobreviva la columna. Sí, están los post, pero no es lo mismo. Y es curioso que no se vea un esfuerzo de los periódicos por dibujarlas en sus webs. Por darles una forma gráfica. Mandan al autor a la comodidad del blog, que es como una mazmorra, un ahí te pudras, o lo reducen al texto mondo y lirondo, pero nunca le dibujan la columna. ¡Qué aprecio le tendrán!
La columna que leemos por la mañana, transcrita a la web por la tarde se queda en nada.
Durante la divagación en Valladolid ensayé, quizás demasiado audaz, una definición improvisada: columna es el texto periodístico en el que la actualidad no es el contenido único. Se mezcla con la realidad. La proporción varía: la actualidad sólo como percha era la cortesía que prescribía Ruano.
La realidad, la otra parte, tan española en su aprecio literario, también variaría: el yo, la cultura, la anécdota (la nueva cita falaz y encubierta) o el chiste.
La moda del columnismo, también les dije, me parece un hecho nefasto. Y me miraban como diciendo quién es este tío y por qué nos habla con este énfasis.
La columna era límite y ya no hay. La columna era subjetividad y ahora la tenemos todos. La columna soportaba algo y estamos en lo volátil. Dibujaba un atrio, pero ahora vete a buscarlo en la red, donde hay terror al vacío.