miércoles, 18 de marzo de 2015

El eclipse



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El año que uno nació arremetía aquí Ruano contra las bellas con gafas (“no puedo sufrir, sin sufrir, la conversación con una mujer que lleva puestas unas inmensas gafas de sol”), y hoy mi óptico, al recordarme la revisión anual, me anuncia por “guasá” un eclipse de sol para el viernes y pone a mi disposición, para verlo, unas gafas de Greta Garbo.

Por los ojos de la monja / galopan dos caballistas.

Ahora que “todos somos griegos”, como pretendía el mamón de Shelley, hay que decir que Tales de Mileto, el filósofo que más gracia nos hacía en la escuela, saltó a la fama por haber anunciado un eclipse de sol como el de mi óptico.

Tales es uno de los siete sabios de Grecia, memorables por una frase. “El agua es lo mejor”, fue la suya, y propagó la idea de que todo es agua.

Puede parecer idiota que los antiguos consideraran sabio a Tales por una frase, pero se comprende mejor si tenemos en cuenta que los modernos consideran sabio a Varoufakis, el “economarra” de los ojos canicones, por un dedo, aunque en alto: un dedo moreno, como el de Franco que vio Pemán, y largo, de esparraguero.

Los alemanes creen que ese dedazo es una peineta, pero Varoufakis jura que él sólo señalaba al eclipse.

Alemania nos abruma. No entendemos ni su lengua ni a sus filósofos, que dicen que una traducción equivocada del griego “ser” al latín ciceroniano determinó en su día el destino de Europa. Ahora que Europa son ellos, no aceptan traducciones de la peineta de Varoufakis, cuya habilidad para la teoría de los juegos, ay, aún está lejos de la de Tales, quien para demostrar que él también podía ser rico si se lo proponía dio un pelotazo especulando con olivos y, acto seguido, recuperó su pobreza de filósofo loco por el agua.

Muchos siglos después de Tales, sir Alister Hardy, intrigado por la grasa de nuestra piel, aventuró la hipótesis del simio acuático.

¿Qué somos, Dios mío?

Somos anfibios ontológicos esperando el fin del mundo con gafas de eclipse de sol.