Martini democrático
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Después de 25 años viviendo en Andalucía, a mí me parece que al votante le importa un bledo los escándalos y corrupciones de sus políticos siempre que a él y a su parentela le llegue la paguita. Tres paguitas en casa, dos chapuzas al mes y “lo que me averigüe por el campo” dan para ir tirando. El andaluz que vive en los pueblos sabe que se tiene que apuntar a la UGT, al SAT o a las CCOO, llevarse bien con el alcalde y hablar mal de los señoritos, porque el opresor del campo andaluz siempre es un señorito ó un cacique. Uno de Adamuz que prefería robar a recoger la aceituna –“los caciques lo pagan mu mal ¿sabusté?”– se plantaba en la puerta del despacho del alcalde pidiendo limpiar las calles y poder juntar peonadas para el subsidio... y como el alcalde era “un tío mu legal, aluego en las votaciones echaba su papeleta”. El voto del campo es un albarán, un compromiso, casi una necesidad. Así ha sido durante estos últimos 30 años y así va a seguir. El votante del campo no cambia de burro por mucho que los partidos que aspiran a estrenar gobierno en Andalucía le prometan PER y medio o que no va a quitar el PER. El votante del campo andaluz sabe que en el fondo depende de un señorito y puestos a elegir, prefiere al de siempre. Con el que le va bien.
Después de 25 años viviendo en Andalucía, a mí me parece que al votante le importa un bledo los escándalos y corrupciones de sus políticos siempre que a él y a su parentela le llegue la paguita. Tres paguitas en casa, dos chapuzas al mes y “lo que me averigüe por el campo” dan para ir tirando. El andaluz que vive en los pueblos sabe que se tiene que apuntar a la UGT, al SAT o a las CCOO, llevarse bien con el alcalde y hablar mal de los señoritos, porque el opresor del campo andaluz siempre es un señorito ó un cacique. Uno de Adamuz que prefería robar a recoger la aceituna –“los caciques lo pagan mu mal ¿sabusté?”– se plantaba en la puerta del despacho del alcalde pidiendo limpiar las calles y poder juntar peonadas para el subsidio... y como el alcalde era “un tío mu legal, aluego en las votaciones echaba su papeleta”. El voto del campo es un albarán, un compromiso, casi una necesidad. Así ha sido durante estos últimos 30 años y así va a seguir. El votante del campo no cambia de burro por mucho que los partidos que aspiran a estrenar gobierno en Andalucía le prometan PER y medio o que no va a quitar el PER. El votante del campo andaluz sabe que en el fondo depende de un señorito y puestos a elegir, prefiere al de siempre. Con el que le va bien.
Los votos de la capital cuentan, pero cuentan menos. Cada vez hay más vecinos temerosos de novedades cobrando paguita en las capitales, y aunque el gachó de la coleta viene dando, no acaban de fiarse. Dicen que el comparsista Juan Carlos Aragón, podemista antes que se inventara Podemos, cerró la campaña de la joven Teresa, aspirante a presidenta, con gran éxito de público. Dicen que la clave de gobernabilidad está en Teresa. A mí me parece que no, pero basta que yo apueste por algo para que salga lo contrario. Otra cosa sería si fuera Juan Carlos Aragón el candidato podemista. Ahí podría arder Troya y eso que Juan Carlos ha cobrado de todos los Ayuntamientos que le ha venido en gana actuar. En Córdoba sin ir mas lejos abarrotó la Corredera cuando la Corredera era de doña Rosa Joaquina.
El político pide reflexión a los andaluces como si tal propósito le fuera favorable. En la mañana de sábado, víspera de “las votaciones”, el andaluz toma su cafelito y como aún no se han ido “los fríos”, unta su tostada con zurrapa de lomo ó manteca colorá en vez de con el tradicional aceite al que no se puede mezclar con ajos por culpa de la normativa contra las aceiteras. El andaluz habla del Madrid, del Barça y también del Atleti. Sale Doña Susana en la tele y la señora de Rafael recuerda a los presentes que mañana son “las votaciones”, y nadie parece hacerle caso ante el entusiasmo de Rafael, que tiene tatuado el escudo del Atleti, con la que le espera al Madrid.