Catherine Deneuve
Defensa de la libertad de importunar
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De Hollywood queda lo mismo que de los estudios Bronston en Las Matas, Madrid, pero allí una buena amiga de Harvey Weinstein y los Bill (Clinton y Cosby), Oprah Winfrey, ha hecho el discurso del Cristo muerto en el “Sueño” de Jean-Paul Richter, que en lo alto del edificio del mundo descubre que no hay Dios, postulándose (la viva de Oprah, no el Cristo muerto) para la Casa Blanca, que dejaría de llamarse así, pues todo lo blanco, salvo Weinstein y los Clinton, debe morir. “Nothing but respect for our future president”, tuiteó la NBC, y Albert Rivera, con ese pelazo que le han puesto, no se pudo contener:
–Valiente discurso de Oprah. Un alegato a favor de la igualdad y en homenaje al coraje de tantas mujeres que han gritado “ya basta”. No os lo perdáis.
¡De futuro presidente a futura presidenta! Albert, con el póster de Suárez (“un personaje de Salas Barbadillo”, según su paisano Emilio Romero), y Oprah, con el de Obama, aquella víctima, según Oprah, de… ¡la falta de respeto mediática!... “porque él es afroamericano”.
Del collar de la tórtola (y la sombra de la nube) de Catherine Deneuve surge un Manifiesto francés en “defensa de la libertad de importunar”, que recuerda que el ligue insistente o desafortunado no es un delito, ni la galantería es una agresión machista.
–¡Posverdá! Alt Right! –protestará el liberalismo “ambassador”.
Para el espectador, lo más interesante del “trumpismo” es lo que tiene de canto de cisne de la vieja República: no es lo mismo un país de gentes que aspiran a ser libres que un país de gentes que aspiran a una subvención. Dense prisa, si quieren verlo, porque no tardará en matarlo el toro. Cuando la igualdad entra por la puerta, la libertad sale por la ventana. La izquierda americana, como tiene explicado el inglés Roger Scruton, ha inventado la discriminación (la anulación del individuo) en nombre de la no discriminación (el privilegio del grupo).
En el mundo ya sólo existirá la conveniencia socialista.