La Reina Juana
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando el Rey don Felipe (el Hermoso) vino de Flandes a Castilla con la Reina doña Juana (la Loca), corrió gran tormenta en la mar, y viéndose en tan gran peligro vistieron un cuero al Rey y hincháronlo, y pusiéronle en las espaldas una letra que decía “el Rey don Felipe”, y así estaba delante de una imagen, esperando cada hora ser perdido; la Reina estaba sin temor alguno, y pidió que le trajesen “un caxón para comer”, y haciendo los caballeros y marineros diversas promesas, daban de lo que allí tenían para Nuestra Señora de Guadalupe, y como llegasen a la Reina, abrió la bolsa en que tenía como cien ducados, y entre ellos tenía medio ducado, y andúvolo buscando entre ellos, hasta que lo halló y lo dio, dando en esto a entender que no tenía temor, y diciendo que nunca Rey murió ahogado.
En esta tormenta unos vomitaban y otros orinaban, y cayendo los orines sobre otro, dijo: “Perdonadme, señor, que voto a tal que de puro miedo me meo”. Hallose allí un Luys Vaça, pariente del obispo de Córdoba, y con el desatino de la tormenta pisó a otro, y como aquél se quejase, díjole:
–Señor, no os quejéis, que juro a Dios que os pisa uno de los mejores hidalgos de Castilla.
Uno que se decía Loaysa se comenzó a confesar con su paje, diciendo: “Señor Hernandico, bien sabéis que soy el más mal hombre del mundo y más mal cristiano”; y como el paje comenzase a llorar, decíale: “Estad quedo, señor Hernandico, bien sabéis que yo he sido falsador de dados”; y el muchacho tornaba a llorar, y decíale:
–Estad quedo, señor Hernandico, bien sabéis “quantas mujeres he traído a la putería”.
Y por este estilo pasó su confesión adelante.
Tomado es este ejemplo del “Floreto de anécdotas y noticias diversas” que recopiló un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del siglo XVI, en la edición de F. J. Sánchez Cantón, con el Gobierno del Cambio Climático temblando por cuatro copos en la A6.
¿Qué fue de tanto galán, / qué fue de tanta invención / como trajeron?