María Victoria Atencia, Pablo García Baena y Salvador López Becerra en los 80
Hughes
Abc
Hace algo más de un año tuve el honor de entrevistar a Pablo García Baena. Me recibió en su casa del centro de Córdoba y fue generoso y amable. Yo estaba un pelín nervioso, pues se trataba de un ídolo absoluto. Eran muchas las cosas que quería preguntarle y poco el espacio para sus respuestas. No me gusta releer, y no he vuelto a ella, pero creo que hubo dos o tres momentos buenos. Me divertí con su recuerdo del Torremolinos de los años 60. La mezcla de turismo, suecas y poetas de Cántico me parecía digna de una película. García Baena junto a Landa. Hay, creo, un documental sobre ese asunto, hecho o en preparación: el Torremolinos poético de entonces. Ya se sabe que el código moral se relajaba en la costa.
También recuerdo la sinceridad de su visión de las cosas. Algo que estaba en la conversación. Algo personal y que se correspondía con la lectura de su obra y con su biografía. García Baena era afable y llano, pero su mirada al mundo era la de sus poemas. No había nada impostado, nada artificioso. Muy torpe tuve que ser si no logré reflejarlo.
Por eso me molesta que un año después García Baena sea despachado como machista por sus comentarios sobre la poesía femenina. En la conversación salió el nombre de María Victoria Atencia, una poeta amiga suya a la que no dejó de elogiar. No fue la única. Después dijo que las mujeres escribían “cursilería” y “vulgaridad”, si mal no recuerdo. No las mujeres, no la mujer como sujeto literario, o en su condición sexual. La mayoría de las mujeres en la actualidad. Extractar esto sin más no hace justicia a la entrevista, porque ¿hay algo mayoritario que a García Baena no le pareciera, en esencia, vulgar?
¿Qué entendía García Baena, precisamente García Baena, por “vulgaridad”? Creo que se refería a lo corriente, a lo corriente urbano, no a lo popular. A lo generalizado y extendido. Lo vulgar en un sentido estricto. Creo que García Baena pensaba eso de muchas cosas. En su entrevista yo veo distancia, apartamiento, elitismo quizás. Su Córdoba también le parecía vulgarizada; la literatura y la enseñanza en su conjunto. Incluso el sexo o el placer le parecían faltos de sustancia sin el pecado. De hecho, el titular de la entrevista era algo así: “EL placer sin pecado es más vulgar”. Vulgar. La poesía actual quizás también se lo pareciera, por “democratizada”, por fácil, por confesional, no lo sé. ¿Quién era él y qué hacía con el lenguaje? García Baena era un poeta de torre de marfil, de lenguaje riquísimo y labrado, de gran refinamiento y distancia moral. Cuando mencionó a Chus Visor le brillaron un poco los ojos, y entendí que la idea de cuota o de discriminación positiva no podía gustar mucho a quien se pasó décadas ninguneado, ignorado, sin oficialidades ni premios.
Al terminar la entrevista le recordé sus palabras, temeroso de las consecuencias, y me ofrecí a retirarlas. “No, me reafirmo en todo lo dicho, por supuesto”. Cuando a lo largo de la conversación consideró que algo debía quedarse entre nosotros, me lo hizo saber. Al entregar el texto pregunté por dos veces sobre la idoneidad del mismo.
Entender a García Baena como “machista” es una injusticia, una ironía española casi siniestra. Y es una sensación amarga haber contribuido a ello involuntariamente.