Abc
Dado que se nos escapa la jugada (que no el juego) del Gobierno en Cataluña, nos conformaremos con la literatura jurídica de los autos de Llarena alrededor del concepto de “jactancia”, definidor, ay, del carácter español en Europa.
El juez que aludió a “una explícita jactancia” para no soltar a Junqueras alude a “la jactancia del investigado” para no arrestar a Puigdemont.
–Que el comportamiento pueda buscar la detención que el Ministerio Público peticiona, es algo que no se escapa al instructor…
Es verdad que si no se hubiera dejado “escapar” al jactancioso ahora no habría que estar pendientes de su jactancia. Pero aquí se tiene en cuenta una cultura arraigada en España según la cual a los separatistas no se les aplica la ley (“la provocación de una detención en el extranjero”) porque eso es lo que ellos buscan para poder hacerse las víctimas.
–El que quiera interesar a los demás tendrá que provocarlos –enseñó Dalí.
Puigdemont lleva un año abriendo con sus provocaciones los telediarios, así que muy ajeno no será al Régimen, basado, precisamente, en “ostraconear” a todo el que molesta. En Dinamarca (“Something is rotten in Denmark!”), este Eneas de Amer, Gerona, de profesión periodista (y por tanto, pícaro), es políticamente un endriago de Hamlet (volver o no volver) escapado de un casting de Calixto Bieito camino de “La Fura dels Baus”, mientras la Grada de Animación del 155 nos vende el duelo de Pat Garrett y Billy The Kid, pero con Betríu (“Furia española”) en la silla de Sam Peckinpah.
Ante el panorama, ¿qué iba a hacer el juez, sino politiquear? “Sólo puede conquistar aquél que conoce a su presa mejor que a sí mismo”, dijo famosamente Bruno Bauer, el teólogo de la cuestión judía. ¿Quién es Mariano en esta persecución? ¿Garrett o Billy? ¿Aquiles o la tortuga? ¿Ahab o Moby Dick?
En el Estado de Partidos, la única regla sagrada es la de Bear Grylls: “No gastes en la caza de un animal más energía de la que te proporcione al comerlo”.