Francisco Javier Gómez Izquierdo
Mi chico, que anda en lo que llaman redes sociales, me acaba de comunicar -16,45 horas- que ¡por fin! el amo del Córdoba ha vendido. Mi chico, cordobesista militante, parece respirar aliviado, pero a mí hay algo que no acaba de cuadrarme, aunque dejo por sentado que Carlos González debía desaparecer del club.
Mi chico, que anda en lo que llaman redes sociales, me acaba de comunicar -16,45 horas- que ¡por fin! el amo del Córdoba ha vendido. Mi chico, cordobesista militante, parece respirar aliviado, pero a mí hay algo que no acaba de cuadrarme, aunque dejo por sentado que Carlos González debía desaparecer del club.
No me cuadra que haya valientes capaces de poner dinero y de ver futuro a un Córdoba al que un señor de Tenerife le ha ordeñado hasta secarle las ubres. El Córdoba no tiene patrimonio, el campo es municipal, el 90% de sus jugadores es de 2ªB y a mitad de temporada estamos a 10 puntos del quinto por la cola. Si tenemos en cuenta que la salvación suele andar entre 45 y 50 puntos y nosotros contamos con sólo 16, ¡ya me dirán ustedes cómo está el panorama!
La venta del Córdoba -dice internet que el empresario de Montoro lo ha comprado por 9,5 millones de euros, avalando no se cuántos con su propio peculio- ha tenido episodios propios de patio de Monipodio, por lo que me sorprende el cierre del negocio de modo tan ventajoso para el vendedor, que sin poner un euro, se ha embolsado lo que sólo él sabe. Ni siquiera Hacienda está en el secreto, pues burlada en el partido de Copa contra el Barcelona con la rotura de los tornos registradores, no creo que tenga los detalles de las cláusulas de los traspasos de futbolistas como Andone, Javi Hervás, Fede Vico, el extravagante Patiño....
El equipo califal, como gustan decir los de la cadena Gol, empieza una nueva etapa con dos señores que en teoría conocen el mundo del fútbol y de los que ya dimos cuenta en Salmonetes...: Jesús León, natural de Montoro y eterno aspirante a presidente-propietario, y Luis Oliver, navarro con sonados episodios de juzgado en su trayectoria futbolística. Es de justicia reconocer que en el Xerez los asuntos deportivos los solventó con muy buena nota hasta que aparecieron las verdaderas pretensiones del hombre de negocios. Vendió el club a un tal Gil Silgado por exagerado precio -como en el presente caso ha hecho, a mi modesto parecer, Carlos González- que al pobre comprador no sólo le costó la ruina sino penas carcelarias de las que creo aún no está libre del todo. En el Cartagena lió al Ayuntamiento con la promesa de ascender a 2ª y hasta comprometió al alcalde para que abonara las nóminas de los jugadores. El resultado fue otra ruina como la de Xerez. En el Betis también entró. La jueza Alaya empezó acusándolo de falsedad documental, pero como la pendencia judicial estaba liada en los enredos de Ruiz de Lopera -“al lado de Carlos González, una monjita de la Caridad...” declaró el otro día- se ha modificado la calificación procesal, denominándose “compra de acciones litigiosas”.
No sé. Las peñas cordobesistas estaban organizando fuertes protestas para mañana, durante el partido contra el Albacete. Protestas contra Carlos González, un individuo que por supuesto, no iba a aparecer ni por el palco ni por la ciudad. El está en Madrid. En su chalet nuevo. Si acaso en el Bernabéu viendo a su equipo, porque como dijo mi presi, no hay asunto más raro que la venta-compra del Córdoba. Un sevillista, Jesús León, se asocia con un bético, Luis Oliver, para comprar el Córdoba a un madridista, Carlos González, al que deseamos tanta paz como descanso deja.