viernes, 26 de enero de 2018

Delon



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El marianismo español es bizarro: no comienza con Tamara “rezando por Pablo Iglesias”, sino en un castillo contra el moro: “Se tu es Madre de Deus / deffend’aqueste castelo. ¡A ver qué haces!”, le gritan a la imagen de la Virgen en las almenas. Y en las Cantigas sale un tahúr catalán “que por que perdía muito / era contra Deus sannoso” y toma venganza de Dios y de su Madre lanzando contra ellos una saeta de su propia ballesta (ahora se conforman con escribir “Dios” con minúscula).
El marianismo francés es intelectual: está entre la Roca de la Virgen biarrota y el “Je vous salue, Marie” de Godard, confitero mayor de “Cahiers du Cinema”. Hasta que, a sus 82 años, ha saltado Alain Delon:

Ma passion, c’est Marie.
El Tancredi de Visconti que sacó a Claudia Cardinale a bailar en Donnafugatta, el Borsalino que iba con Bárbara Rey a pasear los perros al Sena, el hombre más guapo del cine, después de Cary Grant, se declara marianista.

De Cary Grant nos queda su bellísima carta de despedida a su hija Jennifer: “Esfuérzate por lograr lo mejor y el buen gusto. Mantén el juicio puro y la conducta limpia. Da gracias por los rostros de las personas buenas y por el dulce amor que hay detrás de sus ojos… Un breve sueño y despertaré a la eternidad. Si no despierto como lo entendemos, entonces seguiré viviendo en ti, amadísima hija”.
Y de Alain Delon, esta pasión suya por María: “Porque amo a esta mujer, amo todo lo que ella hizo. Me trae un alivio, me trae una compañía que no tengo. Ella siempre está allí. Me escucha y me consuela”.

Ni la “Rocher” de Biarritz ni el cine de Godard. Si acaso, la visión de Paul Claudel en la víspera de la Navidad de 1886. El poeta acudió a la misa en Notre Dame por tedio, y de pronto, durante el “Magnificat”, algo irrumpió con fuerza en su interior.

Nunca vi a mi padre y a mi madre juntos –concluye Delon–. Cuando llegue al cielo, sé lo que voy a pedir: verlos juntos.
“La chair est triste, hélas !”... y ya ha leído todos los libros.