sábado, 3 de enero de 2015

En la muerte de Dusa (Con el dolor de Melquiades)

 Dominique y Dusa, sentada en el poyo con el autor de estas líneas
 Mayo de 1982



Francisco Javier Gómez Izquierdo

Mal año el 2014. Creí que ya no se me iba a morir nadie mas y llamó el Gaitu, el amigo sensible a todos los males y poseedor de todos los teléfonos, para decirme que había felicitado las Fiestas a Melquiades y éste le había contestado en un corto mensaje: “...estamos en Amsterdam viendo cómo se apaga nuestra Dusa”. ¿También Dusa?
     
A Dominique, compañera durante muchos años de Melquíades, el hombre que es capital de la Libertad, la encontraron sus hijos este verano muerta en  casa, al acudir asustados por no poder contactar con la madre durante unos días. Martín y Margot son los hijos  que Melquiades y Dominique tuvieron por naturaleza. Dusa, que adoraba a nuestro hombre inimitable, fue a la que más tiempo quiso mi amigo y con la que se le llenaba la boca en las esporádicas ocasiones que nos veíamos:

    -Mira si son modorros los franceses que Dusa es decoradora, pero resulta que sólo de exteriores y por eso se ha ido a Rumanía a diseñar jardines y sobre todo rotondas, porque los rumanos quieren rotondas a la francesa, como si fueran tortillas.
     
Esto me lo dijo el año pasado, cuando vino a verme a Córdoba. Martín anda entre EEUU y Holanda ganando anillos en balonmano como Gasol en baloncesto, pero en verdad vive de una gran multinacional que ahora le había mandado al Japón o por ahí. Margot es otro espíritu tan libre como el del padre y prefiere la tranquilidad del campo a seguir la carrera de modelo. ¡Qué guapa es Margot! Por julio de este 14 no le notamos más pesadumbre que la falta de Carlos. Incluso creo que iba a pegar un salto al África, pues para Melqui, Europa es un “revolcaero”.
    
Melquiades es abuelo reciente por parte de Dusa, pero a Dusa al poco de ser madre se ve que le encontraron un maldito tumor asesino que nos ha herido a todos como ese rayo que serpentea por las cortezas del árbol firme, dejándonos marcados para siempre. Lo pongo así porque la noticia me llegó mirando la acción de cien rayos en un pinar de Riofrío, dos días después de los Inocentes, jornada maldita en la que ese Herodes del cáncer no podía dejar de trabajar. El 28 de diciembre se apagó Dusa. Melquiades dijo que la llevaban a París, con esa tranquilidad con la que habla de Geografía, como si de Ámsterdam a París fuera como ir de Cuéllar a Cantalejo.
    
Fui  l’oncle de Dusa en la cantina de Salgüero y ella, desde sus cinco años, me quería como si fuera su tío de verdad. Dibujaba y coloraba mucho y era la niña que otras niñas llevaban a sus casas como si fuera un tesoro, para que la oyeran hablar sus padres.
    
El Gaitu casi me exige que busque una fotografía  de la que me acuerdo, pero que no tengo idea de en qué parte de mi caos documental duerme. Ayudado por mi doña, la encuentro y aquí os la pongo, para que los que supieron de nuestras peripecias en Salgüero de Juarros comprueben que no sólo los hombres son injustos. También la  Naturaleza es caprichosa con sus criaturas. Sobre todo con las que más luchan por su libertad.


Melquiades, en el úlimo concurso de esquileo en Salgüero de Juarros