viernes, 1 de abril de 2011

¿San Isidro? Esto es un "trust" que mata a la fiesta


José Ramón Márquez

No he encontrado aún a uno solo que me hable bien de los carteles de Madrid. Por teléfono, por correo electrónico, por sms, en el trabajo o en la barra de una taberna, todo el mundo despacha todos los desvelos y los esfuerzos de los Choperón por hacer ‘la mejor feria de san Isidro’ con una expresión escatológica.

La impresión que da, y en ese sentido comentábamos ayer en un almuerzo que duró hasta la cena, es que han hecho un pacto entre los diez de la cultura, los diez de la reducción del IVA, los diez del ‘putsch’ del Wellington, junto a Antonio Matilla, el puto-amo del negocio, para repartirse el pastel y los cuartos sin arriesgar un alamar.

Porque aquí parece ser que de lo que se trata es de ir al tran-tran, recogiendo todas las pelas que se puedan, arriesgando lo mínimo cada cual y operando en conjunto formalmente como un ‘trust’, es decir la unión de empresas distintas bajo una misma dirección central con la finalidad de ejercer un control de las ventas y la comercialización de los productos, que eso es lo que significa ‘trust’, y que en lo taurino significa que cada cual pone su empresa: el uno, Importancia S.A.; el otro, Finura S.A.; el otro, Detalle S.A.; el de más allá, Clasicismo S.A.; otro, Saltos y Cabriolas S.A.; otro, Fashion S.A. o Pétreo, S.A.,... Bueno, así todos hasta los diez, y siempre comercializan lo mismo, que es marear a un bicho predomesticado de la casa de Cuvillo o similares para obtener el máximo beneficio económico. Este trust es el que se presenta como un bloque, organiza las ferias, desde la de Valencia hasta la de Jaén y ahí no cabe la posibilidad de que nadie intente ir por fuera del sistema, porque fuera del sistema que controla esta hermandad sólo hay la noche oscura y la negrura del toro bravo, del que mete miedo.

Ante esta situación uno echa en falta la grandeza de un Antonio Bienvenida, grandeza que es amor a la fiesta y respeto por el toreo; porque lamentablemente hoy en día no hay un solo torero de los que torean más de cincuenta tardes que tenga ni un gramo de aquella grandeza para sacar la cara por la fiesta, para defenderla, para desenmascarar la burla en la que la están transformando.

Falta hace que un torero plante de verdad cara al envilecimiento en que se hallan los toros, con hombría, como lo habrían hecho Frascuelo o Pastor o Domingo Ortega, como lo hizo Bienvenida, por el honor de la coleta.