José Ramón Márquez
Hoy, los Alcurrucenes. ¡Cómo estará la cosa como para que en los cuatro días toristas tengan que meter la de Alcurrucén! De entre tantos toros como crían los hermanos Lozano, es normal que salga de todo. Lo que tocó hoy en Sevilla fue del tipo manso y descastado. Se sabe eso, entre otras cosas, por la forma en que no se arrimaban a los tableros de salida, por las peleas bravuconas en el caballo rematadas con ese airoso salir de naja sin atender a capotes o por su tardanza en acudir a banderillas y en enterarse que los capotes o las muletas iban con ellos. Mansedumbre y descaste, en suma, la mezcla que administrada en tandas de seis píldoras puede producir somnolencia. Pese a todo hubo algunos que, como dice esa repugnante terminología moderna, ‘se dejaron’, pero ésa es otra historia que viene a continuación.
Hoy estaban encartelados Oliva Soto, Rubén Pinar y Miguel Tendero. Parece mentira que en Sevilla se haya colgado este cartel, pero ahí está para demostrar que en Sevilla también saben hacer carteles cachondos. El cachondeo de hoy, la guasita sevillana que diríamos, vino con toda seguridad de la mano de Canorea, una para ti y pones a Oliva Soto, y de Ramón Valencia, dos para mí y traigo al Arenal al monte y a la ciudad, a Pinar y a Tendero, que son de Albacete, y eso es sacramento que imprime carácter.
Oliva Soto sale de Sevilla más o menos como entró, y eso no debería de haber ocurrido. Oliva tendría que haber salido con fuerza de estas dos corridas y, sin embargo, se ha quedado como estaba. Le faltó ambición. Hoy tuvo un torito que iba y venía, tenía al público con él, tenía todo a favor y, lo mismo que el otro día, le falló el corazón. Le bastaron los oles que le gritaron y las palmas que le dieron y con tan poca cosecha se conformó. Mal asunto. Saludó a su primero por verónicas huidas, esto es que según el toro trataba de largarse a los chiqueros, él le ponía el capote. Eso no es exactamente lo que se dice ganarle el terreno al toro, pero hubo muchos que eso lo jalearon, para demostrar de nuevo la razón de Rafael el Gallo cuando aseveró que ‘hay gente pá tó’. Luego unas cositas más pintureras que necesarias, el derechazo por aquí y por allá, los pases de pecho sensacionales y el pinchazo en hueso, que ya ni siquiera se pide que haga bien la suerte, pero que por lo menos le meta el acero al bicho donde sea. Y en su segundo, lo mismo, pero en menos. Resultado, Oliva ahí sigue lo mismo que cuando llegó.
La primera parte de la Albacete Connection vino con Rubén Pinar. Nos esperábamos al clon de July y por lo que sea ni eso salió. El hombre venía muy circunspecto a La Maestranza, con el aire de hacer las cosas bien, despacito, con gusto. Por ejemplo eso que hacen tantos toreros de avanzar milímetro a milímetro hasta una posición especial, sólo de ellos conocida, en la que presentarán la muleta al toro. Eso lo hizo Rubén unas cuantas veces. Luego resulta que nunca el sitio elegido con tanto cálculo, el terreno tan milimétricamente fijado, eran los que debían ser y entonces se notaba la impostura de tanto cálculo y medición, que te das cuenta que lo hace para entretener al público y tratar de estar lo que se dice ante el toro lo menos posible. Lo del cite con la muleta retrasada creo que no debe ser censurado, pues es forma propia de la tauromaquia contemporánea, pero queda señalado.
El tercero era Tendero y a él le tocó torear el sexto toro llamado Pianista, número 66, etiquetado por la Ciencia Veterinaria Hispalense como ‘sardo oscuro’, que por lo que se ve también hay el ’sardo claro’. Misterios de la veterinaria o de la Manzanilla de Sanlúcar, vaya usted a saber. Este Pianista se ofreció a Tendero para que con él mostrase su ciencia taurómaca y gracias a la tontuna de su embestida se pudo comprobar con precisión la pésima colocación del torero, su antiestética forma de citar, la forma de rematar los pases quedándose -casi siempre- fuera o muy fuera y la suerte del pase por alto al aroma de alcayata, con el culillo en pompas y el cuerpecito echado hacia adelante, componiendo una mueca deleznable del pase de pecho. Comprobamos con claridad que Tendero sigue en el mismo sitio que le dejamos el año pasado.
Y luego, las otras cosillas. Que se tolere que el caballo esté andando a contra mano con tres toreros en la popa, dos toreros en la proa, uno al costado derecho y dos monos al costado izquierdo es más propio de una plaza de carros que de una Real Maestranza; que el toro en su bobalicona huida vaya pasando, uno, dos, tres, cuatro, cinco capotes y que ninguno sea capaz de sujetarlo es algo que no se ve ni en Fuente el Saz; que el torero decida por su cuanta llevarse el toro a picarlo donde el reserva porque a él le da la gana y que nadie le llame la atención es de abandono del ejercicio de la autoridad.
Lo de los Presidentes en esta Maestranza es de chiste muy, pero muy malo.
Hoy, los Alcurrucenes. ¡Cómo estará la cosa como para que en los cuatro días toristas tengan que meter la de Alcurrucén! De entre tantos toros como crían los hermanos Lozano, es normal que salga de todo. Lo que tocó hoy en Sevilla fue del tipo manso y descastado. Se sabe eso, entre otras cosas, por la forma en que no se arrimaban a los tableros de salida, por las peleas bravuconas en el caballo rematadas con ese airoso salir de naja sin atender a capotes o por su tardanza en acudir a banderillas y en enterarse que los capotes o las muletas iban con ellos. Mansedumbre y descaste, en suma, la mezcla que administrada en tandas de seis píldoras puede producir somnolencia. Pese a todo hubo algunos que, como dice esa repugnante terminología moderna, ‘se dejaron’, pero ésa es otra historia que viene a continuación.
Hoy estaban encartelados Oliva Soto, Rubén Pinar y Miguel Tendero. Parece mentira que en Sevilla se haya colgado este cartel, pero ahí está para demostrar que en Sevilla también saben hacer carteles cachondos. El cachondeo de hoy, la guasita sevillana que diríamos, vino con toda seguridad de la mano de Canorea, una para ti y pones a Oliva Soto, y de Ramón Valencia, dos para mí y traigo al Arenal al monte y a la ciudad, a Pinar y a Tendero, que son de Albacete, y eso es sacramento que imprime carácter.
Oliva Soto sale de Sevilla más o menos como entró, y eso no debería de haber ocurrido. Oliva tendría que haber salido con fuerza de estas dos corridas y, sin embargo, se ha quedado como estaba. Le faltó ambición. Hoy tuvo un torito que iba y venía, tenía al público con él, tenía todo a favor y, lo mismo que el otro día, le falló el corazón. Le bastaron los oles que le gritaron y las palmas que le dieron y con tan poca cosecha se conformó. Mal asunto. Saludó a su primero por verónicas huidas, esto es que según el toro trataba de largarse a los chiqueros, él le ponía el capote. Eso no es exactamente lo que se dice ganarle el terreno al toro, pero hubo muchos que eso lo jalearon, para demostrar de nuevo la razón de Rafael el Gallo cuando aseveró que ‘hay gente pá tó’. Luego unas cositas más pintureras que necesarias, el derechazo por aquí y por allá, los pases de pecho sensacionales y el pinchazo en hueso, que ya ni siquiera se pide que haga bien la suerte, pero que por lo menos le meta el acero al bicho donde sea. Y en su segundo, lo mismo, pero en menos. Resultado, Oliva ahí sigue lo mismo que cuando llegó.
La primera parte de la Albacete Connection vino con Rubén Pinar. Nos esperábamos al clon de July y por lo que sea ni eso salió. El hombre venía muy circunspecto a La Maestranza, con el aire de hacer las cosas bien, despacito, con gusto. Por ejemplo eso que hacen tantos toreros de avanzar milímetro a milímetro hasta una posición especial, sólo de ellos conocida, en la que presentarán la muleta al toro. Eso lo hizo Rubén unas cuantas veces. Luego resulta que nunca el sitio elegido con tanto cálculo, el terreno tan milimétricamente fijado, eran los que debían ser y entonces se notaba la impostura de tanto cálculo y medición, que te das cuenta que lo hace para entretener al público y tratar de estar lo que se dice ante el toro lo menos posible. Lo del cite con la muleta retrasada creo que no debe ser censurado, pues es forma propia de la tauromaquia contemporánea, pero queda señalado.
El tercero era Tendero y a él le tocó torear el sexto toro llamado Pianista, número 66, etiquetado por la Ciencia Veterinaria Hispalense como ‘sardo oscuro’, que por lo que se ve también hay el ’sardo claro’. Misterios de la veterinaria o de la Manzanilla de Sanlúcar, vaya usted a saber. Este Pianista se ofreció a Tendero para que con él mostrase su ciencia taurómaca y gracias a la tontuna de su embestida se pudo comprobar con precisión la pésima colocación del torero, su antiestética forma de citar, la forma de rematar los pases quedándose -casi siempre- fuera o muy fuera y la suerte del pase por alto al aroma de alcayata, con el culillo en pompas y el cuerpecito echado hacia adelante, componiendo una mueca deleznable del pase de pecho. Comprobamos con claridad que Tendero sigue en el mismo sitio que le dejamos el año pasado.
Y luego, las otras cosillas. Que se tolere que el caballo esté andando a contra mano con tres toreros en la popa, dos toreros en la proa, uno al costado derecho y dos monos al costado izquierdo es más propio de una plaza de carros que de una Real Maestranza; que el toro en su bobalicona huida vaya pasando, uno, dos, tres, cuatro, cinco capotes y que ninguno sea capaz de sujetarlo es algo que no se ve ni en Fuente el Saz; que el torero decida por su cuanta llevarse el toro a picarlo donde el reserva porque a él le da la gana y que nadie le llame la atención es de abandono del ejercicio de la autoridad.
Lo de los Presidentes en esta Maestranza es de chiste muy, pero muy malo.