sábado, 30 de abril de 2011

El Libro del Fútbol




Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural

Al enterarse de que la Noche de los Libros (jo, qué noche) coincidiría con el Madrid-Barcelona de Copa de Europa, el director general del Libro y sus circunstancias, don Rogelio Blanco, tuvo una salida españolísima:

Que cambien el partido.

Ahí tienen ustedes a un español bragado.

En competencia con el duelo Cristiano-Messi del Bernabéu, don Rogelio, que se llama como el médico de cabecera de José Tomás, había montado una charla de vieja junto a la lumbre del sensibilísimo poeta García Montero.

Ahora, cuando te subes a un Ave (el tren botijo de la posmodernidad), te encasquetan un librillo ferroviario prologado por García Montero, de quien uno admira su capacidad para extraer de los caminos de hierro moneditas de oro, algo que yo no he conseguido ni cuando el Ave llega tarde y te devuelven el importe del billete, porque la ganancia no compensa la lata del trámite.

Pocos poetas, sin embargo, han prestado atención a los propios viajeros, con sus expectativas y sus problemas –escribe García Montero en su prólogo ferroviario–... Todas las maletas se parecen, nos homologan, sobre todo en la ignorancia de quién detenta el poder.

¿Otro que no sabe el significado de la palabra “detentar”?

Quia.

El escrito abunda en imágenes preñadas de “saudade”: “Los pasajeros más afortunados... podían observar los campos de labranza y cómo los trabajadores dejaban a un lado los aperos para saludarles”.

¡Cielos, los aperos!

Al final de la lectura, García Montero revela que es jurado del premio ferroviario cuya piñata se ha derramado sobre las testas de Molina Foix, por un relato según el cual “Sixto se alejó por el pasillo”, y de Benítez Reyes, por un poema en que los sombreros vuelan como en “Muerte entre las flores”.

Y la gente, viendo el fútbol.