José Ramón Márquez
Me llegan noticias de que se ha dado a la imprenta, en este afán de mixtificación buenista que nos inunda, un volumen titulado “Libro de cocina de la República” debido a la pluma de Isabelo Herreros. Yo no sé si seguirá siendo Secretario General de Izquierda Republicana o si lo expulsaron en 2007, que ahí había un tomate porque al parecer había un lío con un infiltrado que se llamaba José Verdura, que también se hacía pasar por secretario del partido, que andaban a la gresca detrás de unos fondos que había depositados en diversos sitios. Vamos, una ensalada republicana, y eso que son cuatro gatos. Para que se vea que los pobres siguen en 2011 como en 1931, que la confusión debe de ser la marca de la casa.
El buenazo de Isabelo nos quiere convencer de que con la II República las cosas del comer ya se iban normalizando, porque en un par de revistas pijas, con diez millones de analfabetos por una población de veintitrés millones y medio, había anuncios de hornos -cuando lo que el país necesitaba era altos hornos- y de aspiradores, cuando lo que hacía falta era insuflar aspiraciones de clase media a aquella deprimente sociedad.
Bueno, a cada cual lo suyo, que entonces como ahora el que tenía comía excelentemente y el que no, se buscaba la vida, yendo a espigar a los campos, a buscar cardillos o a furtivear; entonces, así, y ahora andan sus nietos en el paro rebuscando en las basuras o acudiendo a los comedores de caridad, o como se llamen.
La diferencia sustancial de aquel tiempo con éste, gastronómicamente, es que ahora no tenemos ateneístas de rancho de pensión y a cambio tenemos cocineros estrella de Michelín, como esos que se han juntado el otro día en Vitoria, que me parto de risa cuando me acuerdo del plato aquél del lomo de conejo con manitas de credo, que te lo imaginas ahí, puestas las manitas y el lomo, y te viene a la cabeza el pollejo ése de Leganés, híbrido de pollo y conejo que lo inventaron en el bar La Peña en los años sesenta, sin saber que estaban haciendo cocina moderna en pleno franquismo.
Bueno, pues a quien le plazca, que sepa que tiene a su disposición el recetario de la ‘cocina republicana’, que en vez de soldaditos de pavía lleva guardias de asalto, donde resplandece con luz propia aquel bacalao a la comunista, explicado así:
-Se parte el bacalao en filetes delgados, luego se pasan por harina de trigo uno por uno y se fríen. En una fuente de horno se coloca una capa de filetes fritos, luego una capa de patatas previamente cocidas, partidas y en rodajas, y espolvoreadas con queso parmesano. Se cubre todo ello con una salsa bechamel y se mete al horno a gratinar.
No sé donde resplandecen Marx y Engels en esa receta, que bien podía haberla firmado la Marquesa de Parabere, porque uno más bien tiende a creer, por la experiencia acumulada, que un plato, para ser auténticamernte a la comunista, necesita imprescindiblemente en su composición miseria humana, crimen, demagogia y odio al individuo, más que bechamel y parmesano .