Manuel Chaves se parece a Pep Guardiola en un par de cosas. Por ejemplo, Chaves, esa refutación ceutí del arte de la oratoria, tiene cara de escudo del Barça, club o más que un club al que entrena el filósofo de Santpedor. Guardiola, por otro lado, acaba de decir que el club que es más que un club practica un “juego de izquierdas”, y fundamenta tal aserto en la “solidaridad” que sus jugadores se profesan entre sí. Lo que quería decir Guardiola era sólo que los mismos hacen de todo, pero o no encontró las palabras o se dejó llevar por ese jacobinismo en jersey de Purificación García que despacha cuando no está anunciando al Sabadell, no más que un comité anticapitalista dedicado al embellecimiento del mobiliario urbano, debe de pensar Pep la Pasionario.
Y resulta que Chaves igualmente practica un juego político de izquierdas, fundado en la solidaridad, pues también en su feudo los mismos se lo hacen todo: cuando a una hija suya la apoderan, el otro comisiona; y cuando unos allegados se jubilan, otros igual de allegados les cubren el riñón con el din-ERE de todos, que para eso el progresismo estriba en la aplicación del aforismo de Bertoldo Brecht –al que Pep habrá leído– según el cual los listos viven de los tontos y los tontos de su trabajo. Listo tiene que serlo un rato el hijísimo Iván Chaves, cuyo cometido profesional, en definición propia, consiste en la “comercialización, intermediación y promoción de productos y servicios de terceros, en calidad de comisionista o agente mercantil”. Los terceros a los que alude el hijo del vicepresidente precisamente tercero informan de ese tejido de solidaridades que mantiene zurcida Andalucía desde los tiempos de la pana y la tortilla, y es que dedicarse a la “intermediación” de Despeñaperros abajo renta como dedicarse al estraperlo de bourbon en el Chicago de la Prohibición, con la diferencia de un padre en vez de un padrino.
Griñán, que lleva trazas de convertirse en el Chigrinsky de Chaves, ha afirmado –suponemos que tascando, como los caballos, el epitelio carrillar para embridar una mueca traicionera– que Manuel Chaves es el político más honorable que ha conocido en su vida, y ya es mala suerte vida tan desgraciada, oigan. Brecht, por cierto, formuló aquello del distanciamiento dramático. El drama de Chaves, justamente, es la falta de distancia que guardó entre su familia política y su familia de sangre, y la de ambas con los fondos públicos.