miércoles, 13 de abril de 2011

Ética a la española

Angelino en el redondel
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Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El domingo, en Las Ventas, vestido como en los felices años sesenta, apareció en el ruedo un novillero de Tlaxcala, México, que se llamaba Angelino y que venía acompañado de una peña muy bien surtida de Villalpando, Zamora. Las cosas que hacía Angelino no eran del otro mundo, pero en la fila de delante unos cuantos caballeros con aspecto de gente castellana recia aplaudían cada movimiento como quien bate tablones de obra, que así gastaban las manos. Cuando Angelino fue a matar, se perfiló mal. «Está por fuera», comentó alguien de los nuestros. Entonces, el caballero de mayor báscula de los de delante, se volvió para afearnos a todos el comentario: «¡Pero, hombre, por Dios! ¿Pero no ven que está empezando? ¿Cómo se puede ser así con los pobres que empiezan?». Y sacó un pañuelo enorme para exigir las orejas para Angelino. El presidente no las concedió y el caballero de la recia figura, con mohín de haberse llevado un berrinche, se abrió a sus cosas. En el quinto, que era el segundo de Angelino, reapareció...

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