Francisco Javier Gómez Izquierdo
Como quiera que en los telediarios de todas las cadenas hacen referencia a un festival de versos que se viene celebrando en los últimos años, poco antes de Semana Santa, en Córdoba... creo oportuno mandar una referencia a Salmonetes... dando razón del alarde poético.
No consideren falsa soberbia el que me confiese nada preparado para leer cierta poesía moderna, pero, por lo visto, uno ha de pasar por bicho raro, cuando me sorprende la fama de una tal Fatena al-Gurra, de la que todo lo ignoro, ó Katerina Rudcenkova, Lêdo Evo, Mircea Cartarescu, Coral Bracho, Odile L’Autrremonde... y así hasta más de 50 espíritus sensibles. La prensa local habla de ellos como si toda la ciudad los conociera y como si la misma ciudad fuera el Parnaso y no Córdoba.
La amplia nómina de visitantes es, para quien suscribe, gente de la que nada puede decir y a la que no he podido ir a ver cómo se explica. ¿Estoy quitando mérito al acontecimiento? Dios me libre. Seguro que a todos estos poetas del mundo da gusto escucharlos, pero no veo a mis vecinos entusiasmados ni mínimamente receptivos ante el homenaje que este año se hace a Juan Bernier.
-La plaza Juan Bernier está junto a la iglesia de San Rafael y allí cantan las chirigotas por Carnaval.
Para los cordobeses, Juan Bernier es una plaza. Por eso... dos o tres enamorados y entusiastas de musicales metáforas convencieron al Ayuntamiento para cultivar un poco al pueblo... y el Ayuntamiento se puso manos a la obra. Que si versos alejandrinos para el penalty el pasado año ó el descubrimiento de Holden el de “El guardián entre el centeno”, en el presente: entre Miguel Pardeza y Alessandro Baricco. Hago constar que en mi deficiente preparación cultural tampoco está registrado el nombre de este Baricco que sabe mucho de Salinger.
El Ayuntamiento coloca versos por las calles y no me parece mal, pues pararse a leer da cierto lustre y no molesta. Ciertas iniciativas, como los versos tendidos a secar, me parecen un tanto cursis, pero no dejan de ser la metáfora más lograda. Del atracón indigesto a la miserable hambruna.