Judas Tadeo José Romo y Gamboa
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al final del Antiguo Régimen los colocados solían hacerse una pregunta: “¿Y después de Franco?” A lo que el propio Régimen contestaba: “Las instituciones”.
Lo que nadie imaginaba es que la única institución que quedaría viva (es una forma de hablar) fuera… la Academia, ahora dirigida por un administrativista, Muñoz Machado, que tiene planes para la Constitución del 78. ¡Son las trampas de seriedad que construye a su alrededor el “Homo academicus”!
¿Es la Academia una institución necesaria?
–Lo que se llama las instituciones necesarias no son más que las instituciones a las que se está acostumbrado –dijo Tocqueville en tiempos más revueltos que los nuestros.
¿Es la Academia una institución política?
A Pemán lo destituyeron del puesto de Muñoz Machado porque en una conferencia en la Academia de Jurisprudencia había puesto mayor énfasis en la figura de Calvo Sotelo que en la de José Antonio.
–Como ha cometido una falta política, lo destituyen de la Academia; si hubiera dicho “haiga” o “endenantes”, lo hubieran destituido del Consejo Nacional –explicó Sainz Rodríguez.
Era la primera vez que ocurría algo así en los dos siglos y medio bien cumplidos que tenía la Academia. “¿Tanto?”, preguntó Franco a Pemán. “Sí… La fundó Felipe V”, contestó el escritor, quien, al ver impasible al general, añadió: “El Rey que perdió Gibraltar”.
En una entrevista de TV he oído a Muñoz Machado decir quisicosas: como administrativista ve necesario “reformar” la Constitución, aunque como académico no precisa la diferencia entre reformar y enmendar, ni entre “federar” y “confederar”… Su solución para la nación más antigua, obra de la iglesia católica, es Alemania, obra del ejército prusiano, y bastantes años después de que el obispo Romo (¡hallazgo de Azorín!) demostrara lo primero en un libro que en 1843 dice cosas así:
–La soberanía del pueblo americano, única que existe en toda la extensión de la palabra, y de la que las de la Europa no son más que un simulacro…