jueves, 13 de diciembre de 2018

Te Deum



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El globalismo, que no es la globalización, supone el más vasto proyecto esclavista de la historia: su triunfo pasa por la castración moral de la sociedad, cosa de la que ha venido ocupándose la socialdemocracia. Es un triunfo que no van a impedir ni Trump con su muralla de Jericó ni los “gilets jaunes” con su movimiento de pollos sin cabeza.

Trump ha sido el elefante en la cacharrería globalista al que sólo la duda del establishment entre hacerle un Kennedy o un Nixon le permitió llegar hasta aquí.
Los “gilets jaunes” son la penúltima Bastilleta de Francia, que siempre será una monarquía de paisano, y por eso Macron, que todo lo quiere abarcar, ante los disturbios ha sido, primero, María Antonieta, mandando a que les tiren cien euros (¡brioches, cruasanes!), y luego, Luis XVI, el de aquel 15 de julio del 89 que, aspado de miedo, se presentó en la Comuna, cuyos líderes preparaban la fuga, y los invitó a un “Te Deum” en Nôtre Dame en acción de gracias por los crímenes horrendos (“propios de caníbales”, según Saint-Just) de la víspera.

Su cólera es justa –dice Macron de los “gilets jaunes”.

Del “Te Deum” de Luis XVI surgió el mito de la Bastilla y del “sans culottismo” de Macron surge el Populismo de Extremo Centro, para equilibrar el Populismo de Extrema Izquierda y el Populismo de Extrema Derecha, con lo cual, si todo es populismo, nada es populismo, y vuelta a empezar.
No era esto lo que se esperaba de un líder que hace apenas un mes anunciaba levas para un ejército europeo que habría de enfrentarse al de los Estados Unidos. ¿“Neutralizando” a los escolares de rodillas y con las manos en la nuca? (“Habían robado bombonas”, aclara la autoridad centrista. Hombre, no sabíamos que las leyes de menores se hubieran hecho pensando en los niños cantores de la lotería).

De Macron casi se puede decir lo que Caussidière, el Villarejo del 48 parisino, dijo de Bakunin:
–¡Qué hombre! El primer día es prodigioso; el segundo ¡había que hacerlo fusilar!