Madrid
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo dijo Pablemos en el Día de la Constitución:
–Hay una crisis de la virilidad como actor político.
Estamos, pues, ante el “Ha llegado el momento de las almas viriles” de Washington (la frase es de Tom Paine), pero en La Navata, y no se sabe si por virilidad Pablemos entenderá el deseo de montar “una carnicería de fachas” de su correligionario Soto Vega. ¿Será La Navata esa Sicilia violenta y dulce, que decía Ruano, en la que todo es tan hombre que las piedras debían llamarse “piedros”?
En su monumental ensayo sobre “El espíritu del Derecho romano”, R. von Ihering nos recuerda que la fuerza es la madre del derecho, cosa que ignoran nuestros loros del Estado de derecho, y que el hombre no se designa por el sexo, sino por su vocación guerrera con la palabra “vir”, nacida de “vira”, que en sánscrito designa el guerrero, el héroe.
–La virtud romana “vir-tus” es, pues, la posesión del carácter guerrero, de la virilidad.
¿Macron y su militarismo “putiné” de tanquetas “vintage” marcándose otro La Fayette en la Plaza de Marte? No exactamente.
El amor de Santayana (un amor compartido por Poli Maza) a Inglaterra es amor a la simplicidad varonil. Admiración por el inimitable talento para la prosperidad. Es la salud, no el gobierno ni el voluntarismo, lo que da fuerza verdadera al mundo moral. En esa Inglaterra encontró el mismo tipo de virilidad que había aprendido a amar en América: una virilidad que, cuando se refina un poco, produce al caballero. Tal modestia en la fuerza está ausente del temperamento del latino, engreído y puntilloso mientras resiste su arrogancia y completamente humilde luego y sobornable con facilidad.
–Cuando deja de ser sensual y nacional, aventurero y sensato, reservado y religioso, el inglés es un fantasma loco; pero allí donde impera hace de la ingrata Inglaterra, como de Grecia, algo memorable.
Nuestra idea de la “vir-tus”, en cambio, son los tribuletes de “La Sexta” a la caza de herejes para la hoguera en Marinaleda.