Cabut, creador del cuñadismo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El primero en dar el queo fue Cristiano Ronaldo en Turín:
–En Madrid son humildes, pero aquí siento que lo son más. Es muy diferente de Madrid, esto es una familia.
Si en la Juve son una familia, entonces en el Real Madrid no lo eran. O no lo son, aunque lo más triste del sábado en el Bernabéu fue constatar que los madridistas volvían a estar… en familia.
En familia en la grada (faltaba la mitad del estadio) y en familia en el campo, pues Lucas Vázquez aporta a este Madrid el cuñadismo, y Valdano, luego de una hora de hablar sin tener nada que contar, se puso a glosar la función de Lucas Vázquez, tameme del solarismo, que es correr con todo el Madrid a cuestas. Lo que hacía Cristiano Ronaldo lo hace ahora Lucas Vázquez, o sea, el cuñado, y vale la pena de ir al Bernabéu (resumía, sin cinismo, el filósofo de Roures) sólo por ver correr a Lucas Vázquez.
“¿Quién es ése?”, preguntó Cánovas un día que hablaba Maura en la tribuna del Congreso. “Maura, el cuñado de Gamazo”, le dijo un compañero de banco. “Pronto –replicó Cánovas– será Gamazo el cuñado de Maura”.
–Pronto será Cristiano Ronaldo el cuñado de Lucas Vázquez –podrá decir Florentino Pérez en el palco cuando le pregunten los invitados por las carreras de Lucas Vázquez en la banda natural de Amancio, Juan Gómez y Cristiano Ronaldo.
Mas Lucas Vázquez no es el Mon Beauf (cuñado de cuñados) que Jean Cabut, o Cabu, puso de moda en Francia para regocijo de los señoritos que detestan la democracia (populismo, dicen las “elites”) en París como en Madrid con melancolía de Embassy, elevando su desprecio a rango de virtud. Lo que tiene de malo Lucas Vázquez es que nos transporta a aquellos días en que Juanito “chupaba”, levantaba la cabeza, veía a Pineda y a Isidro, y seguía “chupando”, sólo que en el Madrid de Solari no hay ningún Juanito. Podría serlo, salvando las distancias, Isco, pero Isco ni está ni se le espera en esta familia que no es una familia, al decir de Cristiano Ronaldo, que no ha leído a Céline y no sabe que está hecha para todo, menos para ser contemplada, la familia.
–Ante todo, la fuerza del padre, su felicidad, consiste en besar a su familia sin mirarla nunca, su poesía.
Contaba don Eugenio d’Ors cómo una vez, al bajar del tren en Zaragoza, le esperaba al pie del vagón el amigo castizo y maño:
–Vendrá a mi casa... Le convido a un cocido de familia...
Y murmuraba el grande glosador de esta Casa:
–Las dos cosas que más molestan: la familia y el cocido.
Hughes, cronista de fineza d’orsiana (en lucha “contra esta cosa vulgar, campechana, de los españoles”), lleva cuatro meses ligueros aplicando al fútbol madridista la regla d’orsiana (la observación, que quiere captar los fenómenos; la razón, que quiere captar las esencias; y la inteligencia, que quiere captar las figuras), llegando a la conclusión de que la singularidad del campeón de Europa, que esta semana recibió de unos hackers rusos su peor resultado europeo en casa, se reduce a “la verticalidad monda y lironda de Lucas”.
–Se ve lo que es el Madrid yendo a la tienda a comprar una camiseta para los sobrinos en Navidad. ¿De quién se le compra? ¿Lucas?
¡Anda que en Navidad no da juego, la familia!
Cuenta Pemán que, al estrenar su “Edipo” en el Español, invitó al palco en la segunda o tercera representación al terrible ministro de la gobernación don Camilo Alonso Vega, el Grande Marlasca del franquismo. Como el autor le había dado a la obra “cierto ritmo policial que no se aclaraba hasta las últimas escenas”, don Camilo (“Don Camulo”, llamaban en la oposición a aquel “hombre enérgico con una pronunciación dulcísima”) entró de lleno en el suspense que de todo ello resultaba. Escuchaba absorto. Y cuando ya se iniciaron esos últimos cinco minutos de la tragedia donde se aclaraba todo a trallazos verbales, el general tomó la mano, casi tembloroso, del autor, y dijo:
–Pero Pemán, ¡este hombre está casado con su madre!
–Sí, don Camilo: desde hace veinticuatro siglos.
Al Madrid sólo le queda la Nochebuena para intentar arreglar todos sus problemas de familia.
Alonso Vega
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Mourinho se negó en Valencia a responder una pregunta que no le gustaba y el periodismo le atizó con el canto de un código ético que los periodistas tienen para estos casos. Mourinho, como buen portugués, piensa en España como si estuviera en Inglaterra, donde Whitehead, apoyándose en la repisa de la chimenea, dijo una vez: “Hay preguntas que pueden contestarse, pero carecen de importancia; otras son importantes, pero no pueden contestarse”. En Madrid, mientras, el periodismo preguntó a Solari por Isco y Asensio, y Solari contestó: “No leen la prensa, si leyeran la prensa ya sabrían que a esa pregunta ya la respondí. Léanse entre ustedes”. ¡Leerse entre periodistas! Eso, tal como están las cosas, casi es tan duro como pedirles que se sienten a ver jugar a su Madrid.
Alfred North Whitehead