jueves, 20 de diciembre de 2018

Sepulcros blanqueados

Colores del diablo


Francisco Javier Gómez Izquierdo

En días como estos, días harto frecuentes por desgracia, en los que todo quisque opina tras consultar a sus apóstoles en vez de decir lo que ve y lo que en verdad piensa, si el pensar fuera posible con estas teles que envenenan.., no está de más recordar lo que pasó en 1995, cuando se modificó el Código Penal de la Dictadura y se hizo desaparecer el delito de violación por su “...anacrónica vinculación a la sexualidad reproductiva, y no a la nueva concepción de los delitos contra la libertad sexual”. (Así se puso y así permanece en las páginas de El País, el 29 de junio, día de los santos Pedro y Pablo de 1995, ante el asombro de los que conocíamos ya por aquel entonces a violadores con más de cien víctimas entre sus piernas).

Tan sesuda argumentación salió del Congreso de los Diputados propiciada y avalada por el biministro Belloch, de la misma parcialidad que la actual vicepresidenta doña Calvo, que sacó adelante el artículo 179 y el Código Penal entero a pesar del pataleo de los conservadores de la época, hoy simplificados en un fascistas genérico.

“Se aparta de la terminología tradicional en nuestro Derecho Penal al dejar de llamar a las cosas por su nombre, y así, la violación ya no se va a llamar violación, ni el estupro, estupro. A partir de ahora la violación se va a llamar algo así como agresión sexual con acceso carnal”... escribía uno de aquellos -para don Iglesias, fascistas- de 1995, indignado ante la eterna benevolencia que los legisladores socialistas repartían entre los más débiles, conforme reciente manifestación de don Marlaska.
    
Hoy, doña Calvo y aquellos y sobre todo aquéllas que acuden a su oráculo agitan como propio el pensamiento de los fascistas del 95 y en desvergonzado ejercicio de hipocresía culpan a machos franquistas de lo que legislaron sus amigos, allegados y seguidores en su misma fe socialista. 
   
Hoy, doña Calvo y sus ministros quieren de boquilla y sólo de boquilla, para parecer que sienten el dolor de las familias de las víctimas, que un violador se pudra en la cárcel, pero a los que matan y vuelven a matar y violan y vuelven a violar doña Calvo y sus ministros se esfuerzan por darles otra oportunidad en libertad. Lejos de sus viviendas, eso sí.