Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Circula por la Red un video de Gil Robles (el clásico, el que mereció de Miguel Hernández el mote de “mariconazo”) avisando en el 78 de que los “mecanismos de relación entre los poderes del Estado” establecidos en la Constitución consagran una partidocracia.
Hoy, millones de españoles adultos fingen hacerse cruces ante el obsceno espectáculo coral del Estado de Partidos en Andalucía, mientras en Madrid un caridelantero miembro del gobierno que nadie ha votado, maestro de escuela, hace la declaración más fascistoide que se haya oído en estas cuatro décadas:
–No daremos el gusto a la derecha de convocar elecciones, porque tenemos aún mucho daño que reparar y mucha justicia que hacer.
Desde luego, no es Ábalos aquel maestro que enardeció a Tom Paine para que saliera de Inglaterra, lejos de la cual “contribuí a elevar un nuevo imperio en el mundo, fundado en un nuevo sistema de gobierno”: ¡la democracia representativa!
En la partidocracia española, como en la guerra romana, se emplea como signo el “tripudium”, o manera de comer de los pollos sagrados: si el político desea encuestas favorables, emplea pollos en ayunas, y en el caso contrario, pollos ahítos.
–Cuando el emperador asumía la púrpura se le hacía miembro del colegio de los augures, pero nadie esperaba que fuera a alimentar a los pollos sagrados.
Para eso Sánchez tiene a Ábalos, que tiene a Tezanos para determinar la voluntad del pueblo, que en España, como en Roma, se subordina a la voluntad divina manifestada no en las urnas, sino en los auspicios, y menudos pájaros, los socialistas.
Toda la vida yendo como los patos de Zola, “lentos y vagos”, detrás del ganso sociata. En el 83, ese ganso eliminó en el Código por vía de urgencia la agravante de “desprecio de sexo” (¡galantería fascista!, gritaban). En el 18, el mismo ganso se carga el Derecho (“mucho daño que reparar y mucha justicia que hacer”) para legislar que de lo que haga un hombre pagarán el pato todos los hombres.
¡El “tripudium”!