Malevich
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Carmen Calvo, vicepresidenta del gobierno que nadie votó, lo ha vuelto a hacer:
–Proteger la libertad sexual de las mujeres implica aceptar la verdad de lo que dicen. Las mujeres tienen que ser creídas sí o sí, como en cualquier otro tipo de delito. Las víctimas deben contar con la solidaridad del Estado.
En un país de tertulianos (la “demonarquía” o gobierno de las ranas, que decía Alejandro Sawa), este tuit es poner “negro sobre blanco” la conquista del Estado de Ramiro Ledesma (“Exclusiva actuación revolucionaria hasta lograr en España el triunfo del nuevo Estado”, es el resumen de su dogmática) por las Calvo.
Calvo (¡de casta cultural le viene al galgo!) es la Malevich del suprematismo mujeril en esta Amazonomaquia que es España.
–Yo no he inventado nada. Sólo he sentido la noche dentro de mí y he percibido el nuevo tema, que llamo suprematismo, que es una construcción de formas a partir de la nada –explicó Malevich, por cierto, el pintor más influyente (sí, más que Picasso, en cuyo museo malagueño Carmen Calvo invitaba a las periodistas a fijarse en los mármoles) del nuevo arte.
Malevich pinta la sociedad sin clases (todos proletarios) y Calvo tuitea la sociedad sin sexos (todos mujeres), y lo hace con el rostro del nuevo arte, el cuadrado (¡como la cara de Calvo!). Su “Cuadrado negro sobre fondo blanco” le da la fama mundial y, cuatro años después, su “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” lo aúpa al trono de la estética occidental, y nadie lo ha apeado.
Malevich impone con un cuadrado el suprematismo del color con formas geométricas al Estado soviético y Calvo decreta con un tuit el suprematismo de la vulva con caimitos en el Estado de Partidos, para cuyos súbditos el acto sexual pasa a ser, como para los cubanos de Lezama Lima, “como comer en sueños”. Con el arte igualitario de Malevich el artista vuelve a ser artesano (algo al alcance de todo el mundo) y con el igualismo feminista de Calvo la mujer vuelve a ser un hombre.
Estas Navidades, fruta.
Lezama Lima