Nómina del Estado
El sueño perpetuo de todos los españoles
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con Rajoy, la primera industria del español es el Estado. Exactamente igual que con Cánovas.
Los ingleses, como no tienen Estado, pueden permitirse el lujazo del “Brexit” (¡el “estúpido Brexit”!, dice el feliz Abelardo de Isabel Preysler que también vota “sí” a Timochenko, como Rivera y Sofi Miranda), que es la forma inglesa de huir del estadismo continental.
–Todo comercio es comercio internacional; todo comercio internacional es comercio marítimo –dejó dicho sir Walter Raleigh, el corsario de la reina virgen que puso a fumar a los europeos, y que añadió: “Quien domina en el mar, domina el comercio del mundo, y a quien domina el comercio en el mundo, pertenecen todas las riquezas del mundo y el mundo mismo”.
Pero el español, ya digo, prefiere el Estado, al que se llega empollando en silencio oposiciones en casa, o pegando voces contra ese mismo Estado en la calle, como Rivera y Sofi Miranda, como Pablemos y Echenique.
En frase de Edmund Burke, España no es sino una ballena varada en las costas de Europa, y a lo mejor los bombarderos rusos de Bilbao eran, en realidad, balleneros de Putin, capitán Acab de la Guerra Fría que no acaba de ver en Obama a Moby Dick.
–¿Y qué va a ser de los emprendedores?
Ahora, con la subida de impuestos y los recortes de pensiones que están al caer, no hay gangas, pero a medio plazo veo un negocio redondo en el hispanismo de investigación, y el Ian Gibson que se lo lleve ya está comiendo hierba, pues un Congo, desde luego, aguarda a quien en diez o quince años sea capaz de poner, “negro sobre blanco”, que, por ejemplo, Franco ganó la guerra civil, pista que da Prieto en carta a Eulogio Urréjola:
–Es que ese tío sinvergüenza de Don Lindo del Pardo ha triunfado, el cabrón del hombre, amigo Urréjola. Y hemos de verlo así de claro todos los compañeros, ¡maldita sea mi puñetera estampa!
Rivera, sin ir más lejos, del franquismo quiere rescatar la democracia sin oposición y el corporativismo judicial.