Willi Münzenberg, nuevo campeón del periodismo americano
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Una vecina preguntó a John Adams, que era el “establishment”, qué se ventilaba en Filadelfia, y él contestó: “¡La república de las leyes!” Si una vecina preguntara al cocinero de Obama (José Andrés, español y Medalla Presidencial de las Humanidades… “¡por cultivar nuestros paladares!”) qué se ventila hoy en Washington, podría contestarle: “¡La Fundación Clinton!”
La Fundación Clinton es la casa de la socialdemocracia americana, todavía más macartista que la europea, y que se lo digan a Trump, a quien se ataca como en el Londres del 17 a Bertrand Russell por llevar la contraria al “establishment”:
–Los más feroces –anota Russell en sus memorias– eran las viragos, armadas con tablas de madera llenas de clavos oxidados.
El “establishment” de la Fundación Clinton son los millonarios y esos “subvencionarios” sobre quienes los primeros derraman su filantropía, costeada por los impuestos de la clase media (“blancos y fascistas”, al decir del periodismo “engagé”), ya arruinada. Este “establishment” lo defiende un periodismo cuyo norte no es Joseph Pulitzer, sino Willi Münzenberg, que se sonrojaría leyendo el tratamiento periodístico de la información de Wikileaks.
En el fondo, el auténtico escándalo de Trump es su promesa de Bajar los Impuestos, el gran torpedo contra la línea de flotación socialdemócrata, cuyos beneficiarios (millonarios y “subvencionarios”) chupan como abejorros.
El futuro que planea la Fundación Clinton son ocho años de Hillary más ocho de Michelle (la humanista de José Andrés) y otros ocho de Chelsea, la chiquilla, broche de “The History of the Decline and Fall of the American Empire” que busca un Gibbon que la cuente. Y los republicanos, mientras, cantando salmos. Dado que la corrección política es un macartismo que únicamente se aplica a ellos, sus candidatos deberán ser criados célibes como el Dalai Lama (ver “Kundun”, de Scorsese). Trump sólo es una siseante bengala en las “Tempestades de acero” de Jünger.