Los jesuitas de la guerra, en los toros
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Del frente me llega la novedad de unas funcionarias que se dicen partisanas copando, por “machista”, a Hughes, nuestro cronista de fútbol, porque escribió que el juego del Real Madrid tiene la consistencia de un argumento de Rita Maestre (“hermoso, afilado, zurdo, pero liviano y banal”), una que por ser Rita y famosa se ve de palillo en todas las gildas.
¿Machista, Hughes? Hombre, la Santa Inquisición ha llegado a un punto que aquí todo el mundo es ya aquel tenorcete napolitano de Maeztu que, al dar sus datos policiales, decía: “Maccio ma non fanatico”.
–Dispara, cobarde, sólo vas a matar a un hombre –dice Pablemos, macho alfa del partisanismo con nómina del Estado, que dijo el Che al caer.
Pero la verdad es que lo que dijo el Che a su captor cubano fue: “¡No me maten, soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto!”, que es lo que yo digo a Hughes que diga a las partisanas, la verdad: que también él, que somos todos, vale más vivo y hablando de fútbol que emasculado y “lindurriando” sobre la “cosificación” de la mujer.
Vaya partisanismo, el nuestro, que nació contra Napoleón (“pueblo asesino”, nos llamó, en elogio del alemán, donde ningún civil disparó nunca a un francés) y viene a dar… contra un cronista de fútbol. Es como el jesuitismo, ya que estamos con el Che, que comienza en Loyola y termina en Bergoglio.
–El partisano es el jesuita de la guerra –dijo un día Ernesto (¡la importancia de llamarse Ernesto!), y ahí tenemos a las funcionarias pegamoides, Juanitas de Arco dispuestas a echar a los burgueses de España como a los ingleses de Francia.
Partisanas de sí mismas, más de Stirner que de Lenin, a pesar de su lógica de guerra, que, con morro leninista, reclama la “iusta causa” sin reconocer un “iustus hostis”. Partisanas, en fin, como metáfora de inconformistas jugando a la destrucción del orden social existente.