jueves, 27 de octubre de 2016

Iglesias, telonero de Rajoy


Hughes
Abc

Iglesias es el telonero de Rajoy. Saca lo mejor de él. Su mejor parlamentarismo, ese que se va parando como el Buitre y detiene la lógica hasta rozar el absurdo o la perogrullada.

Se nota, se ve claramente el coqueteo, la gracia mutua. Es que se les ilumina el rostro.

Los diálogos entre los dos prometen ser históricos. Son mejor pareja cómica que Bertín y Arévalo, con mejor reparto de papeles.

A los dos les viene perfectamente, dejando al lado a un Hernando que es el gris pletórico, la flor de la partitocracia, el último destilado del sistema de partidos. Hernando, de gris impresionante, iba de enterrador del PSOE. ¡De portador de las cenizas del PSOE! Gris ceniza de partido, ceniza socialista. Ese era el color.

Iglesias dijo la oposición c’est moi y Rajoy brilla más con él, contra él, hablando para él. El mejor Rajoy es el que aparece en las pupilas de Iglesias. ¿Casualidad? ¡Le necesita!

A los dos, por tanto, les viene bien. Y ni siquiera en su diálogo hay algo cierto. No hablan de lo mismo, no están en el mismo plano. No descienden a nada técnico. Lo técnico (abstruso, incomprensible) se despacha funcionarialmente con Europa.

Rajoy barre a su generación y se queda solo ante otra. Se queda como único guardián del 78, el experto, el adulto, ante un parlamento de titiriteros, de polichinela, de juguete. Un sueño erótico para él, para cualquier político. El Caos o yo es una representación pausible alcanzada en algunos momentos del debate.

“Me gusta el artículo 135”. Rajoy habla así. Lo dice con una inocencia terrible de ser monstruoso o sobre natural, de yeti parlamentario. De falso tonto, de bobaliconería insaciable.

Frente al cancerbero del 78, el alfa de Twitter, más que los cipotudos, a los que atacó (Iglesias habla de la prensa en cuanto puede) porque los cipotudos son solo machos y él es la totalidad del hombre-mujer.

Iglesias es muy ingrato. Él es producto de mucho de lo cipotudo, es decir, de twitter y del reblandecimiento previo y de la meninge progre (se puede hablar de lo filopodemita). Como lo es de las televisiones del Sistema. Pero les clava el puñal y reivindica Mongolia y El Intermedio: el meme y la caricatura. ¡Más blandura todavía! Lo audiovisual (ellos, producto también del Sistema audiovisual)l. En Podemos hay algo corrosivo y voraz. Y Rajoy lo acertó: “Usted plantea un debate para Twitter”.

Fue conmovedor, fastuoso, como uno y otro se dieron en el clavo, con una agresividad sonriente, casi paternofilial, ¡socrática en las dos orillas del 78!

“Usted ha tenido que acabar con el turnismo, señor Rajoy, para acabar a su partido y su gobierno”. Eso dijo Iglesias, con toda la razón del mundo. Rajoy pasa de rosca el turnismo, la alternancia: primero en su partido, luego con los socialistas. Lo hace para perpetuarse.

Y acertaba. Y además de los excesos, cara a la galería, acertaba él o acertaba la de En Marea cuando hablaba de repliegue del sistema del 78 hacia la caricatura del partido único del 78.

Como acertó al hablar de un PNV a la altura de la monarquía. El diagnostico es cierto.

Iglesias terminológicamente no se ajusta a la estrechez obtusa del consenso y su palabrería. Tiene libertad, color. Él habla desde parámetros más anchos. Y acuña términos: “las élites y sus papagayos”, “la triple alianza”, “el abstencionazo”… Tiene otra holgura. Se sale del lenguaje tertulianesco de banda estrecha.

Resulta ridícula la indignación por su comentario sobre Rivera. Eso está permitido y es un arma del orador. Él se sale del consenso terminológico y de la sesteante amabilidad y su pactismo de no agresión.

Sólo a alguien respeta Iglesias del 78: a Carrillo. Porque él es el Carrillo de ahora.

“Nosotros amamos nuestra patria”. ¡Si fue el único que habló de patria! Ante el giro rajoyita, hubo un giro errejonesco en Iglesias, que casi llevaba la camisa de Errejón. Mezcló algarada (“potenciales delincuentes”), con el neofalangismo, la patria vertical, el institucionalismo de Errejón y su “somos gente de orden”.

Estuvo cerca de una síntesis con Errejón. No parece que Iglesias vaya a desperdiciar otra vez esta ocasión que entre todos le damos.

El errejonismo alcanzó cotas joseantonianas: “Me debo al honor de mi patria”. ¿Quién en la derecha se permitiría una expresión así? Sería excomulgado.

Iglesias, por tanto, encantado, Rajoy también, él va a durar, a resistir (el resistencialismo del que hablaba la Belmonte el otro día), pero… ¿y nosotros?

Por la derecha Rajoy no tiene a nadie. Porque todo es facha. Y nadie habla de reducir el gasto realmente, ni de cambios sustanciales, ni de reformas de calado. Lo autonómico es un leviatán cateto. Solo toca resistir frente a lo antisistema. Rajoy se apropia del sol del turista, de las infraestructuras de las constructoras, del sistema sanitario, de la realidad, en fin, de u”un gran país”, que decia ,con algo más de encopetamiento, Aznar, padre antonino de la criatura.

Rajoy va dando sopapos con la aritmética y con la EPA, y no necesita mucho más. Y le sale lo gallego de ejecutante del poder, de ser-en-el-poder y de paradójico de perogrullo (“veo una paradoja de gran magnitud, dijo Garzón) para Podemos y con Podemos, como sustancia de contraste.

Adiós PSOE; pongamos el 78 en observación.