Piovaccari
Francisco Javier Gómez Izquierdo
El Elche-Córdoba de ayer me pilló en la galería grande de la mina y me resigné a que me lo contara por la radio un joven del que nunca sabemos si se pasa o no llega. Nada nuevo en un tiempo y en un mundo donde cuatro brujos opinan y cuarenta millones aceptan como teología lo que no pasa de surtido de ñoñeces.
El Elche-Córdoba de ayer me pilló en la galería grande de la mina y me resigné a que me lo contara por la radio un joven del que nunca sabemos si se pasa o no llega. Nada nuevo en un tiempo y en un mundo donde cuatro brujos opinan y cuarenta millones aceptan como teología lo que no pasa de surtido de ñoñeces.
Es complicado estar pendiente de un Elche-Córdoba cuando a la misma hora se juega un Valencia-Barcelona y se recuerda aquellos partidos del Piojo López, Mendieta y el Kily González contra Rivaldo, Kluivert y Figo. Ahora que me he pasado a trabajar con chicos jóvenes, les parece raro que contándoles las sensacionales batallas de hace quince años me quede en el portero Juan Carlos, el defensa Armando, el centrocampista Pelayo y el media-punta Pedro. Ellos con sus móviles y un servidor con su radio, recibimos una tarde a la que agradecemos nos traiga por fin el agua que tanto se necesita.
Mirando llover digo a mis compañeros que la mayor pesadilla futbolística que se haya vivido en Las Palmas de Gran Canaria empezó con “... Pelayo la cuelga desde la derecha...” hasta el gol de Ulises Dávila, ¿que fué de él?, al portero Barbosa en El Insular. Pelayo, Pedro, Juan Carlos y Armando jugaban en aquel Córdoba que ascendió a Primera, pero ayer, excepto Armando, eran titulares en el Elche contra el equipo en el que una tarde de junio fueron infinitamente felices. Pelegrín, otro que ascendió el año pasado con el Alavés, marcó a balón parado, no podía ser de otro modo, el 1-0 . Casi al mismo tiempo, Messi hacía el 0-1 en Mestalla. El comentarista cordobés en Elche, apesadumbrado y forofete, aventuraba el segundo y tercer gol ilicitano porque nuestro equipo andaba desdibujado, “apático y abúlico”. Sobre todo Borja Domínguez, que nunca es titular, y Alfaro, que sí que lo es pero no lo parecía.
La juventud estaba con el móvil en Mestalla en un partido trepidante como cuando Van Gaal y Héctor Cúper y el mozo de la radio local no paraba de relatar los paradones de nuestro portero polaco, y los sustos que provocaba el incombustible Nino. José Luis Oltra, corriente entrenador, pero un tipo listo, sacó a Piovaccari y a Bergdich, al que yo ya le daría un partido entero, y en un pispás el negrito centró para que el rocoso italiano rematara de cabeza el empate a uno que sería definitivo. El ritmo de Valencia me pudo y cambié de emisora porque el partido de Altabix olía a ni fú ni fá; a típico de Segunda; a empate. A lo que nos hemos acostumbrando.
Permitan un añadido. En el partido del pasado domingo, el Sevilla Atlético sacó en la segunda parte un mozuelo rubio con físico infantil que me pareció descarado y con ese “duende” que dicen de los artistas. Veloz, técnico y valiente, me interesé por el muchacho y leí que es el jugador más joven de la categoría con tan sólo 17 años. Se llama Alberto Pozo y ayer en Soria fue titular. Marcó un gol y es diamante del que habrá que estar pendiente, por si se le pule como parece merecer.