San Saturio
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Hace justo 30 años, el equipo de fútbol CD Numancia se defendió del Barcelona con una cuadrilla de héroes en la que destacaba el centrocampista Movilla, el delantero Barbarín y el entrenador Lotina. En 2ª B y sin que los niños de la LOGSE pudieran colocar Numancia en el mapa, mis paisanos hicieron morder el polvo a primeras espadas como la Real, el Spórting, el Rácing y hasta Cruyff, el nuevo Escipión, tuvo un disgusto de padre y muy señor mío en un campo al que llamaban y llaman “Los Pajaritos”.
Como en el cerrillo del pueblo de Garray, donde se localizan las ruinas de la mítica Numancia, el equipo de 2ªB sucumbió heroicamente en el Camp Nou con el reconocimiento y cariño de la España futbolera y la emoción y el orgullo de un servidor en tierra donde muchos aprendieron aquellos días que había una ciudad que se llamaba Soria. Desde entonces el Numancia no ha parado de crecer hasta situarse donde creo le corresponde. En 2ª División. Con la discreción y modestia características de los castellanos viejos (para un servidor castellanos viejos son los de Burgos, Soria y Palencia) el Numancia no se endeudó ni en los felices años de su paso por la Primera y hoy acaban en Soria futbolistas de perfil formal y amigos de vida tranquila. Como Unai Medina, Manu del Moral, Ripa o el ya asentado Julio Álvarez, un venezolano que jugaba en el Castilla cuando entrenaba Valdano al R. Madrid, y que, como don Antonio Machado, ha encontrado su casa en la curva que da el Duero en San Polo. Julio Álvarez es más castellano que venezolano; no es una estrella; no se pone ropa fosforescente; no parece interesado en jugar en Primera, pero es un tío de fiar, como el tío Saturio de San Leonardo o el tío Saturnino de Berlanga, cuya palabra hacía ley. Julio Álvarez empezó hace 18 años en el Castilla y hace diez cayó por Soria. El Almería y el Mallorca lo reclamaron para jugar en Primera, pero Julio volvió a su querencia y allí junto a la ermita de San Saturio, donde se casaban los novios de la Demanda, lleva seis años disfrutando de una paz inimaginable en las plazas por las que pasó en su época de nómada. Julio Álvarez es en el Numancia como los señores mayores de Soria. Leal, serio, discreto y sobre todo un hombre que no te falla.
El Numancia, a quien tanto quiero, es equipo tranquilo que ayer pudo ganar al Córdoba tranquilamente, si hubiera aprovechado los errores defensivos a los que tiene derecho el aprendiz Bijimine y el nefasto De los Reyes, un lateral cuya única virtud es su saque de banda. De los Reyes se atrevió con la derecha a dar un pase horizontal hacia no se sabe quién y Julio Álvarez que pasaba por allí recogió el regalo y se lo mandó milimétrico a Del Moral, uno que, siempre que juega contra mi equipo de ahora, como el defensa Cabrera el pasado domingo en La Romareda, nos cuela un gol. Tras el descanso, el Córdoba espabiló un poco, pero no demasiado. Bastó un balón parado, recurso sobadísimo por todos los equipos en segunda división, para que Guille Donoso, un extremo diestro al que vamos a traer aquí más de una vez, pusiera en la cabeza del defensa Caro, el reserva de Antoñito, un cheque al portador. Gol y empate a uno. No hubo más. Para el Numancia, harto poco. Para el Córdoba, lo que suele.