miércoles, 29 de enero de 2014

Siervos de Onán



Hughes
Abc

“Creo que la masturbación es mala. Mutila al hombre. Alguien que dedicara su adolescencia a masturbarse se haría adulto sin saber exactamente cómo ser hombre”. Esto lo dijo Norman Mailer. El espacio que la web de ABC ha dedicado a la lacra de Onán ha despertado gran revuelo en internet, claro, ¡como que les han dado donde más les duele! No es que internet se dedique mucho a la masturbación, que por supuesto, es que se trata de una tecnología fundamentalmente onanista. Los internautas son estructuralmente onanistas. Compulsivos, egocéntricos, pasivos. No sorprende que la reacción cibernética haya sido inmediata (ellos pasan su tiempo dándole al F5 del placer) lo curioso es que hablen de la masturbación como de un logro sexual, como una libertad sexual progresista. Hombre, si eso es más antiguo que la tos. Si el fuego se descubrió cuando el homo erectus (quién si no) se decidió hace cientos de miles de años a golpear dos piedras repetidamente, el mismo procedimiento, autoaplicado, supuso el descubrimiento del placer onanista. Pues algo tan antiguo viene a ser reivindicado ahora por estos modernos del autoplacer (pajijipsters) que parece que han descubierto América. Yo personalmente agradezco a ABC esos consejos contra la esclavitud pajillera, que es la gran colonización capitalista de la sexualidad y la conciencia. Toda la vida del hombre es una lucha continuada contra la pulsión perpetua, indesmayable, de dejar lo que se está haciendo y hacerse una paja. ¡Cómo no se va a luchar contra eso! En Internet, que fusiona estructuralmente la masturbación intelectual con la masturbación sexual, incluso a veces simultaneamente (doble ventana), están furiosos y se rien con condescendencia bobalicona contra esos sabios consejos de contención. Consejos de una utilidad diría yo que revolucionaria.

(Internet ha propiciado otra cosa, además del masturbacionismo sistemático social, que la prensa ya no sea la canallesca sino la excanallesca, pues el encanallamiento ya es una propiedad exclusiva del lector).