Manuel Pineda
Allá por el año 1918, cierto día
en que «Joselito» había de torear por la tarde en la Plaza de Madrid reses de
Salas, un íntimo amigo del inconmensurable diestro sevillano preguntó a éste
los motivos de su predilección o interés por toros de tan baja casta, con los
que ordinariamente no había lucimiento posible.
El Coloso de Gelves -que, dicho sea de paso,
no dudó nunca encerrarse en el ruedo madrileño doce o catorce veces cada
temporada con toros de diversa índole y procedencia-, recostado en el lecho, donde
reposaba en espera de la hora de ceñirse la taleguilla, esbozó pícara sonrisa
al mismo tiempo que, mirando con el rabillo del ojo a su apoderado, presente en
aquellos momentos, contestaba al amigo con estas, entre ingenuas y zumbonas,
palabras: «Pues, a propósito, Manolito Pineda te lo va a decir, porque él es
quien lo sabe mejor que yo». Y don Manuel Pineda, puesto en el disparador, tuvo
que dar la cumplida respuesta: «Muy sencillo, don Fulano. Primero, por la
amistad que unió a Rafael y José con los Salas; después porque estos toros,
aunque tienen bulto, son de paja, y al matador le conviene entre col y col
una lechuguita, y, por último, y esto es lo que a José, para hacerme rabiar, le
interesaba dijese, porque yo llevo y represento la ganadería. Y como es
lógico...»
AREVA
En El Ruedo, 1948
J. R. M.