José Ramón Márquez
Ahora dice July, el campeón de la innovación, del I+D+i del toreo, que va a presentar su temporada en el Círculo de Bellas Artes, «un lugar emblemático (sic) por el que en más de un siglo de vida han pasado los grandes del arte, de la literatura, del cine o del teatro». Pues será así, que uno no pone en duda lo que diga este emblemático torero, aunque me parece que con su afirmación él se debe referir más al bar que da a la Calle de Alcalá, la pecera, que a las salas que hay hacia arriba, que han visto, además de las timbas que se montaban en las que los jugadores de más postín contaban con secretario, mucho lío, mucho billar y muchos toreros.
Antes y después de que Rafael Alberti y Maria Teresa León ofreciesen al mundo su particular visión de la cultura en el espléndido edificio de Antonio Palacios, casi puede decirse que de lo que más ha habido en el Círculo eran toreros, unos toreros rarísimos de los que July no habrá ni oído hablar, que echaban la tarde allí, jugando al billar o a los naipes, o de tertulia; personajes como Vicente Pastor, torero de Embajadores, o El Algabeño, torero sevillano; y otros que daban conferencias, como la que dictó el gran Domingo Ortega titulada «La bravura del toro», que tanto le convendría leer a Julián; o dando albergue sus salas al primer gran fiasco televisivo, anterior a Molés, como fue la primera retransmisión por TV de una corrida de toros, en la que se vio tan malamente la imagen que hubo que devolver el dinero a los espectadores que no habían querido irse a Vista Alegre a ver a Gallito, El Andaluz y Manolo Escudero con toros de Conradi. Cosas viejas que a July ni le van ni le vienen, porque él está en que «este acto sin precedentes en el toreo contribuya a actualizar la imagen de la fiesta». Porque lo que necesita la fiesta, al parecer, es actualizar su imagen, y si lo dice Julián...
En el ánimo generoso de Julián I, el Importante, está que «mucho antes del comienzo de la temporada el aficionado sepa en qué lugar y fecha podrá verme actuar este año». Note el atento lector que el diestro obvia utilizar la palabra «ganadería», pues es bien sabido que para desvelar ese enigma no es preciso ocupar las salas del Círculo, dado que en ese terreno es bien sabido que nos movemos entre Juan y Pedro, y el resto ya te lo he dicho.
La gran bomba de la intervención de Juliancete sería que anunciase su firme intención de matar la de Miura que nos debe, en Sevilla o en Madrid o en Villaberzas de la Liebre, pero mucho nos tememos, después de ver lo que ha matado el hombre por las Américas, que la cosa no va por ahí. Fíjense si no va por ahí, que ha sido llegar a América la corrida de Miura en avión y pillar Julián el primer jet que salía para España, que estas cosas no son de jugar, que las carga el diablo.
Gracias a la oportunidad que nos brinda Julián de desvelar sus contratos para este año, podemos hacer dos porras: una, a calcular el número de orejas precocinadas que se va a llevar, pues sabido es que la gasolina que alimenta a Julián, Orejeitor, son las orejas, y aquello que más le entristece, el robo de que tantas veces es víctima a manos de presidentes venales; la otra no necesita apuesta porque toda la artillería julianesca está enfocada a la salida a hombros por la Puerta de Madrid de Las Ventas. Apostar contra eso es perder y vaya desde aquí la enhorabuena anticipada al Fenómeno de Velilla por su éxito madrileño, que seguramente se producirá en la corrida low cost de la Beneficencia a beneficio propio, acaso sacado a hombros por ese exquisito híbrido de gentleman y botiguer llamado Abella, a quien todos sus admiradores llamamos Abeya.
Y es que desde que los toros están en lo de la cultura, como se ve, cada vez se habla menos del toro. Si Michellangelo Buonarotti cinceló su Moisés en mármol de Carrara, ¿por qué vamos a pedir que Giuliano di Veliglia se ponga a trabajar en el pedernal, el basalto o el granito de Cuadri, de Pichorronco o de Miura? Al arte lo que es del arte, y a July sus domesticidades y su plastidecor, ante las que puede cómodamente demostrar de continuo su poder, allí donde justamente no hay nada que poder.
¿Y qué será lo siguiente? Aventura el inteligente aficionado Óscar Escribano que queda ya poco para que se pongan a elegir también a los asistentes a sus corridas, para librarse de toda esta peste de aficionados trogloditas que demandan cansinamente ¡Toro, toro!, como único cimiento de la decencia y de la dignidad del espectáculo. No sería extraño que lo próximo fuese crear un carnet de seguidor, la Visa July, ahora que anda el hombre metido en ciscos financieros, y que sólo pudiesen acceder a la contemplación de los mohínes y postureos del Velillano aquellos que tuviesen esa exclusiva visa de oro moruno.
Al final y pese a todo, creo que el que mejor ha calibrado a July ha sido Canorea, que sabe lo que vale frente a lo que el propio July dice que él vale. Si July fuese una mina, un diamante tallado o en bruto, Canorea se habría puesto cuan alfombra de la Real Fábrica a los pies de Julián, pero July produce lo que produce y tras quince años de, primero, hacerse el bebé, y después de hacerse la víctima, tras haber paseado sus huesitos por todos lados y estar más visto que el sobado TBO de nuestra infancia, el espectáculo que él pone en los tendidos es el sol que más calienta al cemento, al hormigón, al pretensado o a la dura piedra.
Me encantaría poder hablar con Juan Ruiz Palomares, el Patas, con ese don que Dios le ha dado, y que me cubicase el taquilleo 2014 de July en su XV año triunfal. Lo que no hace en los ruedos lo tiene que complementar con estos golpes de propaganda, lección muy bien aprendida del márketing de José Tomás.
¿Cuál será el siguiente? ¿Las Misiones?